El día 21 de Junio de este año celebramos lo que hubimos de celebrar el día 3 de Abril.
Mis padres cumplían sus bodas de oro, 50 años casados; pero por una enfermedad de mi madre, todo se pospuso hasta su total recuperación tanto física como anímica.
Todo resultó muy emotivo, los novios estaban guapísimos y los invitados cargados de emociones.
Yo tenía preparadas unas palabras para leerlas en pleno almuerzo si el valor me empujaba y la vergüenza escénica se olvidaba de mí.
Así que tragué saliva, me armé de todo el valor que encontré por mis adentros, cogí una copa y una cucharilla y, como en las películas americanas… tin… tin…tin… me puse a leer entre lágrimas y nudos:
Papá, mamá, gracias por haber estado 50 años juntos. Gracias por crear esta familia y por mantenerla unida siempre.
Habéis formado la mejor familia posible, la que se une ante las adversidades y disfruta unida de los escasos tiempos y espacios de felicidad que nos regala la vida.
Son muchos años juntos, muchos años andando por un camino en el que se han entrecruzado los momentos buenos con los difíciles, pero son los buenos los que más arraigados tengo en la memoria y anudan mi garganta cuando los evoco.
Siempre serán los recuerdos de mi niñez, un rayo de luz en mi memoria, y en ellos siempre estáis presentes.
He aprendido de vosotros los mejores valores de la vida y los he hecho míos para transmitirlos a vuestros nietos.
Aprendí que el alma debemos llenarla de AMOR, porque sólo así tendremos el suficiente para repartirlo en pequeños detalles a los seres que queremos.
Me enseñasteis a juntar fuerzas para sobrellevar el dolor que a veces nos hunde y a apoyarme en la FAMILIA como pilar que nos une.
Sois mi inspiración para reconocer la verdadera AMISTAD, esa que no pide explicaciones para saber lo que necesitas y te lo da.
Nunca conocí a nadie como vosotros que, teniendo tan poco, diera tanto haciendo de vuestras vidas un ensayo diario de GENEROSIDAD.
Siempre he sabido de vuestras virtudes, pero yo, que soy de naturaleza poco aduladora, no he sabido reconocerlos abiertamente. Ha llegado la hora:
Papá, siempre he envidiado la visión positiva que tienes de la vida, el optimismo con que te enfrentas a cualquier circunstancia sacando una sonrisa a todo el que está a tu lado.
Me gustaría ser como tú, me gustaría necesitar poco para ser feliz como tú. Quisiera saber distinguir perfectamente lo que de verdad tiene importancia en la vida y lo que es secundario como lo sabes tú.
Eres cariñoso, generoso y único, ¿recuerdas? Único y perfecto.
Mamá, eres digna de admirar y yo te admiro.
Quisiera tener esa capacidad de trabajo y entrega que tienes tú. Es envidiable la sencillez y la naturalidad con que haces tantas cosas a la vez haciendo que todo parezca fácil, sin grandilocuencias, pasando casi inadvertida.
Me gustaría ser como tú, discreta, servicial y merecedora del cariño de todo el que te conoce. Eres un ser humano Grande con mayúscula.
Quiero acabar como empecé, dándoos las gracias por estos 50 años juntos.
Nos habéis dado a todos una verdadera lección de vida.