“El paisaje que un hombre ve, ojos afuera, acostumbra a ser el reflejo de lo que esconde, ojos adentro.”
Albert Sánchez Piñol “La piel fría”
Sobre una alfombra deshilachada me afano por recomponer mis entrañas desarmadas. Por las rendijas de las siete paredes viejas de esta habitación sin ventanas se cuela la oscuridad que no es negra, ni siquiera gris, esparciendo su olor marrón y diluyendo las sombras que ya no me persiguen.
Ahora que no estás no hay camino que se abra a mis pasos perdidos. Las metas más cercanas se emborronaron y ando perdida en la inmensidad de este cielo absurdo y húmedo que no acaba de derramar su tristeza.
Aún no he roto en lágrimas hasta inundar mi cama, quizá por eso no hay manera de deshacer este nudo que me ahoga en la boca del estómago. Lo intento con palabras a pesar de que sus vértices son cristales rotos que rajan las yemas de mis dedos al deletrear las frases más certeras en el borde de mis pupilas. Y recuerdo las tuyas de los últimos días, caídas y tristes, como si no fueran tuyas.
Quiero pensar que eres tú quien desabrochará ese cielo marrón y dejará escapar sólo para mí el azul que seguro guarda.