domingo, 28 de febrero de 2010

ANDALUCÍA

La vi en un canasto de mimbre llorando sin alas
paloma de barro y de la esperanza,
y junto a los naranjos se encontró con el agua.
                                    Pepe de Lucía y Malú “Andalucía”



Hoy quería dedicarte unas sentidas y sinceras palabras, pero sin caer en los tópicos que llevas cosidos a tu nombre siempre. Lejos de Rocíos, de volantes con lunares y claveles reventones. A distancia del albero taconeado bajo un cielo de farolillos.

Omitir que nací a la luz de tu cielo y desde entonces te amo como sólo un amante sabe hacerlo. Callar que a tu lado me siento pequeña… tú eres tan grande, tan ancha…, como inmenso el orgullo de saberme tuya y besar la tibieza de los labios de tu acento.

Guardar en mi silencio que la suave bofetada de tu olor se coló por los poros de mi ropa y me acompaña por tus calles día a día, entre tus cosas y las mías.

No decir que da igual la calle, el campo y la mar que se arrebuje bajo tu luna, todo te roba la flor y la sal y la alegría. Y tu luz como ninguna.

Hoy no quería contar que me dueles. Aunque tu grandeza no repare en carnívoros intentos de ofensa ni en tópicos hirientes y envidiosos, me duelen las heridas que lames con tu gracia. Porque tu gracia es una filosofía de vida, y los que no vieron tu luz, jamás lo entenderían.

Hoy, como tantas veces, lo sentido desborda mi capacidad para contarlo, y aun así aquí estoy, no podía faltar mi apunte en tu día para felicitarte, aunque en realidad soy yo la que me felecito por ver todas las mañanas la claridad de tus días.

Dicen algunos que Dios te creó para alegrarse la vista. Si me paro a pensar en un mundo sin ti, comprendo a Dios como nunca.


domingo, 21 de febrero de 2010

SÍSTOLE Y DIÁSTOLE

"He venido aquí esta noche porque me he dado cuenta de que quiero pasar el resto de mi vida con alguien. Y quiero que el resto de mi vida empiece ya."    Cuando Harry encontró a Sally



Sabes que siempre duermo con las sábanas por debajo de la barbilla, siento que me ahogo si me tapo hasta las orejas, y no, no son cosas de las hormonas y su edad, ya de niña mantenía a raya (de los hombros) la línea de las mantas. Pero hoy me sorprendo aquí debajo, en el hueco que tu cuerpo dejó sobre la cama (aún caliente), destapando los recuerdos que guardaba debajo del colchón, aquéllos que un día fueron realidades y yo atrapé en el ángulo de la memoria que guarda los detalles y los momentos:

•Cerré de un portazo mi corazón dejándote de espaldas al otro lado de la puerta, pero el rastro de tu olor se colaba por la cerradura llenándolo en cada diástole.

•Te descubro mirándome. Y yo trato de taparme la cara con los dedos, o mirando para otro lado, o con el pelo de mi nuca. Te atrapé la mirada en los rizos de mi pelo, ya es mía.

•Llovía y yo sin paraguas (como siempre), apareciste con el tuyo para protegerme de la lluvia. Ahora nunca me mojo y tú te quedaste sin paraguas.

•Sonríes y pierdo de vista la línea de tu labio superior, te dije que me moría por besar el centímetro central de tu boca. Nunca lo creíste y ahora lo olvidé detrás de tu bigote.

•El sueño te achina los ojos, nos vamos a dormir y me miras debajo del pijama por entre las pestañas. Me río y me duermo. Tus ojos se abren, ya no tienes sueño. A veces deberíamos sincronizar nuestros relojes.

•Lees deshojando los poemas de un libro y aprovecho para quererte callada. La habitación se llena de silencio. Los poemas llenan el silencio de la habitación.

•Me preguntas “¿me quieres?” y yo te contesto “tanto como tú a mí”, crees que te miento, lo que no sabes es que digo la verdad, y si el amor se pudiera pesar, la balanza quedaría en horizontal, en perfecto equilibrio.

•…..................

Todos los recuerdos se transforman en volátiles partículas que se evaporan de debajo de las sábanas y yo inhalo en cada latido de mi corazón.

Te quiero y me quieres.
Sístole y diástole.


martes, 16 de febrero de 2010

MI PRIMERA TORMENTA

“Habría bastado que nacieras varón.
¡Qué César se ha perdido Roma!”
                                  Richard Harris “Gladiator”


Aquella madrugada, la lluvia, los truenos, los relámpagos y el viento se hicieron dueños de la noche, y yo, amiga de las tormentas desde el útero materno, decidí que ya era la hora de ver con mis propios ojos la primera.

Vivíamos en “La Huerta”, en una casa dedicada a las labores del campo y un poco alejada del pueblo, un paraíso cuando hacía buen tiempo, pero aquella noche era la viva estampa de una postal siniestra. Y ya se sabe…, las mujeres en los momentos decisivos de nuestras vidas, necesitamos la cercanía y la ayuda de nuestra madre, lo que se suele decir en lenguaje coloquial “un poquito de teta”, y nada más decisivo que un parto. -Adolfo, me gustaría dar a luz en casa de mi madre-, así que Adolfo queriendo complacer a su querida mujer, recogió un pequeño hatillo, un paraguas y a la parturienta en plenas contracciones, y bajo la tormenta de aquella madrugada del día 14 de Febrero, recorrieron el camino que separaba “La Huerta” de la casa de mi abuela ya en el pueblo.

-Creía que nacerías en la caseta de la luz- me cuenta mi padre con rictus de alivio en la cara. La caseta de la luz era una especie de torre de la que dependía toda la electricidad del pueblo y que se hallaba a medio camino entre las dos casas.

Por fin, entre rayos y truenos, llegamos (yo también) a la vivienda de mi abuela Inés.
Podéis imaginar el revuelo que se formó, ya nadie dormía, agua caliente y trapos, gente entrando y saliendo, truenos y lluvia… Y mi padre en busca de Doña Angelita, la matrona del pueblo, por cuyas manos ha pasado casi en su totalidad el censo carteyano.

La lluvia azotaba con fuerza los cristales del balcón de la habitación, en cuya cama mamá aliviaba sus dolores agarrada a los barrotes de níquel del cabecero. Y en un rotundo trueno precedido de un rayo que iluminó toda la estancia, asomé la cabeza siguiendo el camino que me indicaba la luz.

Cuando llegó Doña Angelita, yo ya estaba en el mundo, llorando y con el cordón umbilical enredado alrededor del vientre y por entre las piernas. -¡…Un niñooo, …un niñooo, …un niñooo!- salió corriendo mi abuela de la habitación para dar la noticia a los que esperaban en la cocina el desenlace del acontecimiento.

La matrona cortó el cordón umbilical y se dispuso a lavar al pequeño varón recién llegado. –¡Pero, ¿quién ha dicho que es un niño?!- se asombró la partera.

Contaba mi abuela que confundió el cordón que caía por entre las piernas del bebé con un diminuto miembro viril . Los nervios hicieron el resto.

Una vez hubo acabado todo el ritual del parto y acicalamiento de madre y bebé, ambas dimos muestra de un hambre voraz. Aquella niña iba a ser de muy buen comer (no se equivocaron).

El día siguiente amaneció radiante, haciendo realidad como nunca aquello de que el sol es el astro rey de todos los astros del universo. Mi padre marchó al mercado del pueblo a vender una cochina que pesaba unas 15 arrobas y por la que le pagaron alrededor de las 10.000 pesetas, lo que hoy serían 60€. Llegó a juntar entre los ahorros que tenía y la venta del animal unas 40.000 pesetas. ¡Toda una fortuna de la época!

Dicen que los niños suelen venir con un pan debajo del brazo, yo llegué con una cochina.


domingo, 14 de febrero de 2010

EL LADRÓN DE MIS AÑOS

"En el fondo de nosotros mismos siempre tenemos la misma edad."
Graham Greene


Febrero avanza lento, despacio, sigiloso y ladino a llevarse otro de mis años. Casi siempre llega envuelto en un remolino de lluvia y viento, se posa sobre mi piel y me roba poco a poco, año tras año, trocitos de vida.

Febrero me apea de mi nube rosa y lleva mis pasos al filo de los años, donde la memoria se ensancha y se hace objeto de nostalgia y melancolía.

Siento vértigo al pensar que la vida es un bien con fecha de caducidad. Que vivimos un tiempo prestado a devolver en un último aliento… que la belleza se diluye en la brevedad de los espejos que me miran sin el brillo de ayer en las pupilas.

Que se escapa de nosotros como el agua entre los dedos. Porque el mar no se retiene en unas manos. Hoy sé que sólo cabe en el espacio que se atrinchera entre los ojos y el horizonte que no nos pertenece. Y ahí seguirá. Sin nosotros. Sin mí. Y sin ti.

………………………………..

Pero aún queda vida. Mucha vida...

Rellenaré las arrugas de recuerdos azules, mis huellas de pasos por inventar, y mis cicatrices del sol de las mañanas venideras.

Trazaré una ruta, un camino para volver a empezar. Encontraré motivos para la alegría, colgaré geranios en mi ventana, y seré como el árbol que en esta época da sus frutos.

Y a ti, Febrero, te esperaré otros años, con las manos mojadas de agua de mar.

domingo, 7 de febrero de 2010

SIN TÍTULO Y SIN TEMA


"Para escribir un buen libro no considero imprescindible conocer París ni haber leído el Quijote. Cervantes, cuando lo escribió, aún no lo había leído."     Miguel Delibes.


Hace días que el papel permanecía blanco a pesar de mi empeño en confesarle alguno de mis secretos. Creo que no quieren dejar de serlo, eso, o que en realidad no tengo secretos confesables.

Hoy apenas encuentro las palabras justas, siempre me quedan cortas o desbordadas en lo vulgar.

Aun así, me lanzo sobre esta hoja en blanco y me hago la valiente. Dicen que el mundo no es de los cobardes, y yo quiero mi trocito de planeta.

Un lápiz afilado cual banderilla, un pliego desafiante cual toro negro y mi sangre torera… mi osadía.

Inventaré palabras para los paisajes que imagino. Guardaré las frases gastadas en los cajones que nunca se deben abrir, y tiraré la llave al fondo de los trasteros, donde se acumulan los cacharros viejos de mis años.

Desplegaré el terciopelo de las palabras preciosas, las engarzaré con los adjetivos más nobles …y seguro crearé una hermosa joya.

Pero hoy juegan las palabras conmigo al escondite, corren enloquecidas y me llevan al borde de la mesa. Se cruzan por mis nudillos y saltan al vacío. Algunas se ríen y no se dejan retener (no recuerdo dónde leí que “retener es el más obsceno de los verbos”).

El tiempo diluye mis ideas, se derriten y caen por las sienes de mi frente como gotas de cera formando estalactitas huecas, a punto de acuchillarme el interior de las piernas.

Las piezas del puzle se deforman como chicle, se alargan y se pegan unas a otras …y no encajan en este paisaje de frases desordenadas.
Rebusco y sólo hallo mis ideas gastadas.

Hoy,… mejor no escribo nada.


martes, 2 de febrero de 2010

A VECES UN SEGUNDO ES LO PRIMERO

"La madurez del hombre es haber recobrado la serenidad con la que jugábamos cuando éramos niños."
                       Friedrich Nietzsche 


 Hoy es un día muy especial para uno de mis hermanos. A pesar de ser el primero en nacer se llama Segundo, nombre muy habitual en mi familia, pues mi abuelo materno se llamaba así y de cada uno de los ocho hijos que tuvo, nació un nieto con su nombre.

Ahora podría contaros que mi hermano es una persona muy seria y de cabreo fácil, pero el papel me llama a recordar aquellos días en que no nos importaba cumplir años y vivíamos en un mundo azul transparente…

Lo nuestro eran las peleas fraternales continuas, incluídos puñetazos y la torcedura dolorosa de algún dedo. Por supuesto yo acababa llorando y mi padre regañando a mi hermano, independientemente del lado en que estuviese la razón. Alguna ventaja tenía ser la pequeña de la casa, aunque sólo me duró nueve años, los que tardó mi hermano pequeño en nacer.

Lo cierto es que a pesar de nuestras discusiones, no podíamos estar el uno sin el otro y el otro sin el uno, éramos pequeños cómplices que se aliaban para cualquier demoníaca invención. Por aquel entonces no nos llamábamos por nuestros nombres, él era “el niño” y yo “la niña”, y cuando llegábamos a la casa, lo primero que hacíamos era preguntar por “el niño” o por “la niña”, según el que faltara.

Recuerdo que el mejor momento que pasábamos juntos era aquél en que estábamos solos en el piso, y los armarios y los cajones nos llamaban para registrarlos hasta los más recónditos rincones.

Era alucinante ver la facilidad que tenía para subir al techo del armario de mamá en busca de algunos Reyes Magos escondidos, mientras yo esperaba abajo, impaciente porque me contara lo que había visto allí arriba, en el techo del mundo; o la cantidad de artilugios que sacaba de los cajones del aparador, que aunque siempre eran los mismos, para nosotros adquirían formas y colores diferentes cada vez que salían de su escondite. Abría los cajones como quien espera que algún mago los llenase de cosas nuevas todos los días para que nosotros las descubriésemos, como hacían los exploradores en selvas y tierras lejanas.

Yo siempre lo admiré, era mi hermano mayor, y ese hecho me hacía sentir protegida, no sabría decir de qué, pero así lo sentía.

Fuimos creciendo y nunca tuve problema en contarle mis cosas de adolescente, él siempre estuvo ahí, escuchando, apoyando y haciendo que jamás echara de menos a la hermana que no tuve.

Hoy somos dos personas de esas que se llaman adultas, con problemas e intereses de adultos que ya no viven en un mundo azul transparente. Y aunque el paso de los años alargó los lazos que nos unían, jamás se llegaron a romper.

Hoy cumple años, no tengo regalo para él, sólo quiero decirle:

“Niño, la niña te quiere mucho”.

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