lunes, 21 de febrero de 2011

PERDIDA EN UN MAR DE PALABRAS

“Cuando soy feliz, odio escribir, que es lo que más me gusta. Se ve que no es posible ser feliz y hacer lo que a uno le gusta al mismo tiempo”.
                                                    Juan José Millás “Los objetos nos llaman”


Yo no soy una veinteañera enamorada con el estómago lleno de coloristas mariposas ocupas cuyo aleteo frenético no me deja dormir ni comer. No tengo un trabajo al que acudir en metro ni soy protagonista de historias increíbles que comienzan con el cruce prohibido de miradas furtivas en un vagón de tren oxidado. No cuento historias pretenciosas con intención engordadora de soeces vanidades. Mis viajes literaturizados sólo traspasan la frontera de los sentidos, se zambullen en el hábitat oceánico de los sentimientos y toman forma exacta del trazado, a veces húmedo a veces árido, del camino infinito de las emociones arañando amaneceres en la grisura de mi corazón. Y voy dejando mensajes con forma de post-it adheridos a los postigos de este callejón a cada paso que doy, unas veces van y vienen colgados del balanceo de una sonrisa y otras se derraman lánguidos en el interior de una lágrima en caída libre hasta el abismo de mis tobillos.

Es tan grande este mar de palabras que a veces echo de menos el significado de las cosas pequeñas. Y hay días que estoy tan perdida que hasta mi sombra anda buscándome.


lunes, 14 de febrero de 2011

COMO 48 SOLES

“Qué es lo que te convierte en una leyenda, que tu nombre sea repetido por mil personas una sola vez o que una sola persona repita tu nombre mil veces.”
                                                                          Ray Loriga “Héroes”


Todo comenzó una madrugada de Febrero de 1963, un catorce tormentoso que anunciaba al mundo a bombo y platillo (o a truenos y relámpagos) que iniciaba mi aventura particular por la vida. Y aunque no seré recordada en la posteridad por haber aportado nada importante a la humanidad, dicen que un grano de arena no hace playa pero colabora, y yo hago sonar de vez en cuando aquellos platillos para recordar a los olvidadizos granos de arena que me rodean que formo parte indiscutible de esta playa, y que aunque aparezco y desaparezco como las olas, siempre dejo tras de mí un mismo reguero reconocible.

Hoy he decidido escribir mis memorias. No sé a qué viene esta manía que me ha dado últimamente por desnudarme ante los demás, será que me estoy haciendo mayor y con los años se pierden los pudores, las manías, las rarezas y hasta la vergüenza:

1963.- Vi la luz por primera vez en la cama de mi abuela que me confundió con un varón. Empezamos bien. Y traje debajo del brazo una cochina ¿recuerdan? Me pusieron Elena en el Registro Civil, María Elena para los amigos.

1964.- Dice mi madre que con un añito ya daba mis primeros pasos, eso sí, de lado. Rarita desde chiquitita.

1965.- Mi tía María, hermana de mi madre, decía que hablaba como una cotorra. Hoy me pregunto qué tenía que hablar tanto una mocosa que sólo había vivido dos años. Cuando me hice mayor, lo hacía con el dedo levantado, como quien sentencia, y mi padre afirmaba que iba para abogada. Qué visión de futuro, de las cuatro asignaturas de primero de Derecho, no aprobé ninguna.

1966.- Este año fue el de la mudanza. Me mudaron, sin pedir permiso, del sol, de los colores y de los olores, del agua límpida, del aire fresco y de la anchura de los días de una huerta a un piso en la calle principal del pueblo, en el que la nevera estaba en el comedor y la máquina de coser en la cocina. Cosas más raras se han visto ¿o no?

1967.- Mi hermano Segundo -se llama así aunque de los tres fue el primero en nacer- hizo su Primera Comunión y de ella sólo recuerdo que se celebró en el larguísimo pasillo del piso, que todos se marcharon, y que me dejaron sola terminándome un triste trozo de tarta, más triste que aquel pasillo iluminado por una triste bombilla que colgaba de un triste cordón.

1968.- A pesar de que en Francia se estaba preparando una importantísima revolución, yo tenía por delante otra revolución más importante si cabe, aprender a leer. Mi madre y su íntima amiga la maestra de párvulos Dñª Elena tramaron hacerme aprender a leer antes de tiempo, todos los días iba a su escuela y cuando nos visitaba el señor inspector me mandaba para casa porque aún no tenía edad para estar en la escuela. Aun así consiguieron, mi madre y su amiga, que entre ida y venida pasase todas las cartillas de lectura satisfactoriamente.

1969.- Ahora sí que sí, tenía mi plaza por derecho en el Colegio Fcº. García Amo, la ciudad escolar más bonita de toda Andalucía. ¿Qué no te lo crees? Aún sigue en pie, sólo tienes que visitarlo y comprobarlo por ti mismo.

1970.- El siete de Mayo hice mi Primera Comunión. Con un traje largo, con un casquete en la cabeza con velo y con dos coletas adornadas con tres tirabuzones cada una. Un cuadro. Tras la ceremonia en la que mi lengua acabó ganando la batalla al Cuerpo de Cristo al que mantuve acorralado contra el cielo de mi boca más de cinco minutos, me recorrí las cuestas del pueblo de la mano de mi madre para repartir estampitas a familiares y amigos, dando resbalones y traspiés con mis flamantes y blancos zapatos nuevos. Eran otros tiempos, hoy pediría daños y perjuicios a mi madre.

1971.- Esto iba en serio, había que aplicarse si querías pasar de curso y Dñª Pepita no nos lo iba a poner fácil.

1972.- De tercero de EGB lo que más recuerdo son las diecinueve preposiciones que me aprendí del tirón y que aún recito como un loro. Nació mi hermano Antonio Jesús y dejé de ser la pequeña de la familia.

1973.- Cuarto de EGB, problemas de matemáticas, verbos y el mapa físico de España al dedillo. Lo mismito que los niños de ahora, sí señor.

1974.- Ya no teníamos una maestra, era la primera vez que nos daba clase un maestro, uy, qué apasionante se presentaba el curso. Cuando le pedíamos permiso para ir al servicio nos contestaba: “ya tenías que haber vuelto”.

1975.- Ahora son muchos los maestros y damos hasta Francés, ¡ay Don Julio!

1976.- Un curso desastroso este séptimo de EGB, todas éramos niñas y en Junio sólo aprobamos dos, Mª José con un bien y yo con un notable, aunque a decir verdad no creo que me lo mereciera.

1977.- Acabamos la EGB y me regalan el honor de leer el discurso de fin de curso en el campo de fútbol del colegio, delante de todo el pueblo. Para ese acontecimiento me alisé el pelo en la peluquería.

1978, 1979, 1980, 1981.- Son los años que dediqué al BUP en el Instituto de Castro del Río. Algún que otro suspenso y alguna asignatura repetida. Lo peor, el día que me dio por escribir en la pizarra: “España, mañana, será republicana”, sin saber muy bien lo que aquello significaba y sin esperar la reacción de la profesora de Griego que entraría en clase pidiendo explicaciones. Nadie dijo nada, ni yo, que aunque hubiese querido, no habría podido despegar los labios por el miedo. Más tarde descubrí que la profesora de Griego era concejal socialista en el Ayuntamiento de su pueblo, eso explicaba muchas cosas.

1982.- Recordado como un gran año en mi expediente educativo, en Junio aprobé COU, Selectividad y la Prueba de Acceso a Magisterio por si acaso.

1983.- Qué ilusión, a Córdoba, a un piso con compañeras, a Derecho. Qué desastre.

1984.- Empiezo la carrera de Magisterio gracias a aquel por si acaso.

1985, 1986.- Conozco al que sería mi marido que no desfalleció hasta abrirme los ojos y hacerme ver que él era el hombre de mi vida. Creo que llevaba razón. Acabamos Magisterio pero nunca le perdonaré que sacara más nota que yo en manualidades, siendo yo la que le moldeaba sus gusanos de arcilla.

1987, 1988, 1989, 1990, 1991.- Años sin pena ni gloria digna de contar. Algún intento fracasado de oposiciones y un largo noviazgo, muy tradicional yo.

1992.- El gran año de España, La Expo de Sevilla que sólo visité una noche y las Olimpiadas de Barcelona que me tragué enteritas por televisión, me hice experta hasta en piragüismo con timonel ¿o era sin timonel? Ah, también me casé.

1993.- Nunca olvidaré la sensación infantil de que jugaba a las casitas con los platitos y cacerolitas en mi cocinita de mi pisito de recién casada, en Torredelcampo, en Jaén, donde estaba el trabajo de mi recién estrenado marido. Demasiadas horas sola. Demasiado tabaco. Demasiada televisión. Demasiado aburrimiento. Demasiadas galletas.

1994.- Nace mi hijo y empiezo a sentir lo que es la responsabilidad y el amor con mayúsculas. Nada hasta ahora había sido tan importante para mí.

1995, 1996.- Todo gira en torno a mi vida familiar, ya no fumo pero no dejo de comer galletas.

1997.- Nace mi hija. Quién iba a decirme a mí que aquella niña tan seria que no paraba de llorar se convertiría en una niña alegre y cariñosa hasta el empalago. Modosita, cariñosa, educada, alegre y generosa no son palabras mías, sino de todo el que la conoce.

1998, 1999, 2000, 2001, 2002.- Ahora vivimos en Córdoba en un piso de 90m hipotecados que algún día será nuestro si la cosa no se tuerce aún más. Ya no como galletas, ahora me harto de lechuga y el espejo me lo agradece cuando me meto en las camisetas de Zara.

2003.- El niño sale guapísimo en las fotos de la Primera y última Comunión. Después del traje, las fotos y el convite, una se pregunta si ha merecido la pena tanto para comulgar una sola vez.

2004, 2005.- Me mantengo en mis cincuenta y dos kilos de peso, toda una demostración de fuerza de voluntad, y de lo que es capaz de hacer una humilde lechuga, o cientos.

2006.- Esta vez sin casquete y sin velo, mi hija iba guapísima a su Primera y también última Comunión. Al final he llegado a la conclusión de que hay que vestirse de largo cada vez que recibes un Sacramento por primera y última vez.

2007, 2008.- Noto cómo los espejos se empiezan a cabrear conmigo. Un poco asustada por el verdor que empezaba a adquirir mi cara, decido intercalar entre lechuga y lechuga alguna patata, …unas croquetas, … algunas galletas.

2009.- Se empeñó y me lo abrió. ¡Cuñáaaaa! ¿qué nombre le ponemos? Yo que sé, ponle El callejón de la prisa. Vale, me gusta esa metáfora. Pues sí, ha quedado chula. Cuñá qué miedo. Ten cuidado que engancha.

2010.- Y tanto que engancha.

2011.- Los años pasan, cada vez hay más velas que soplar, pero aquí seguimos, con un trocito de tarta para celebrarlo. He vuelto a las galletas. No tengo remedio.


jueves, 3 de febrero de 2011

PASITOS CORTOS

“Hay sensaciones que pierden su valor en cuanto las convertimos en palabras.”
                                                            Elvira Lindo “Lo que me queda por vivir”



Me vestí sombría y me perdí por un camino de bordes afilados por el que sólo transitan los animales heridos que buscan un rincón por el que desaparecer. Allí me agazapé, detrás del miedo que inmoviliza piernas y brazos, hipnotizada por las llamas agitadas de una hoguera que se apagaba y el sonido del silencio zumbando en mis oídos. Quise hacer oídos sordos. Pero nunca se me dio bien sacudirme los ruidos, ni siquiera los ruidos del silencio.

A lo lejos, el eco de tu llegada, con pasitos cortos, colocando un pie junto al otro, guardando el equilibrio necesario y midiendo los espacios para que no se escapase ni un solo gesto del cortejo incipiente de la amistad. Cerraste un círculo que respira por decenas de ventanas abiertas al sol de las mañanas más frías, y allí, día a día, fuiste encendiendo luciérnagas en cada palabra que me traducías a todos los idiomas que no conozco. Como éste, en el que hago lo imposible por entreverarme entre líneas para que puedas leerme sin traducción. Con lo fácil que sería decirte a bocajarro que te estoy muy agradecida y que a pesar de tus pasitos cortos, siento tu cariño largo. Muy largo.

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