domingo, 26 de febrero de 2012

CANSANCIO O COBARDÍA

“Uno se desacostumbra a su voz y pasa el tiempo a solas con su silencio, y el silencio se nos vuelve extraño y nos asusta.”                   
                                                Andrés Trapiello “El gato encerrado”



  Quizá sea que no hay nada que decir. O quizá hay tanto que decir que se me aturullan las letras en la puerta de salida y no se dejan paso las unas a las otras. O quizá sea aún más simple y sólo se trate de pereza, de no encontrar el minuto justo en que decido sentarme delante del ordenador y poner las neuronas a ordenar pensamientos, palabras, puntos y comas, en lugar de las cartas rojas sobre las negras en un solitario cibernético.
Quizá pretendo el final del callejón sin despedirme, salir de puntillas y sin colgar el cartel de fin en alguno de sus postigos. Cansancio o cobardía. Qué sentido tiene dejarse husmear, rascar, oler y hasta juzgar por quien no tiene ni ojos ni voz, a veces ni siquiera nombre. Me pregunto qué tiene de verdad el halago, el piropo, la felicitación que tan sólo pretende retenerte en casa ajena.
Cansada de leer sin elegir, de juzgar lo leído, a veces de mentir.
Cobarde por no ser capaz de alejarme de una vez por todas, por dilatar el tiempo, por no salir cerrando de un portazo dejándolo todo detrás de la puerta. Cobarde, porque al fin y al cabo es puro miedo, vértigo al pensar que me quedo sin vosotros.

martes, 14 de febrero de 2012

CONTANDO ESTRELLAS

“Los pasados veinte años se nos hicieron cortos, pero los próximos veinte pueden volverse eternos en mala compañía. Y uno cuando no se quiere, es muy mala compañía.”        Ángeles Mastretta “Maridos”


Cupido, San Valentín, las flores, los corazones rojos, los regalos que casi nunca llamaban a mi puerta y una película romántica almibarada y empalagosa hasta decir basta, era lo más emocionante para mí de todos los catorce de Febrero de todos los años. Ahora lo único que un día como hoy me sugiere es que mi tiempo corre que se las pela.
Miro hacia atrás y casi puedo tocar los rizos de aquella niña a la que cortaron su coleta días después de hacer la Primera Comunión; aún se me sobrecoge el corazón cuando mis ojos coinciden con los suyos, tristes, en el espejo de aquella peluquería con olor a laca barata y cera caliente, que se alfombraba de caracoles color miel.

Qué de catorces de Febrero celebrados tan sólo con un corazón pintado en rotulador rojo, atravesado por dos flechas huérfanas de nombres.
Amigas, confidencias, juegos… y años que quedaron atrás velando mis recuerdos.
No sé si queda algo de aquella chiquilla que jugaba a contar estrellas de cinco puntas o de aquella muchacha que suspiraba mirando al cielo, impaciente por hacerse mayor; ha cambiado tanto el decorado y los actores que a veces creo vivir una vida prestada. La vida da tantas vueltas que un día sí y otro también tengo sensación de mareo.
Hace años se me encendía la mirada ante una aventura fascinante e imaginada por vivir, ahora pienso en el futuro y la sensación es de vértigo e incertidumbre, porque, aunque año tras año, en realidad, mi vida ha sido una experiencia apasionante, sé que la vida es caprichosa y no hay armadura que te proteja de sus envites a traición.

Y mientras mi tiempo corre, enumero un nuevo catorce de Febrero, un nuevo cumpleaños. Cada noche se asoman al cielo las mismas estrellas de cinco puntas que contaba de niña, bañando todas mis cosas con una luz blanca que lo renueva todo, quizás se trate de un sueño, pero he llegado a pensar que para que los sueños se hagan realidad, hay que estar dispuesto a soñar.

martes, 7 de febrero de 2012

MERCURIO

Invierno.-Estación del año que astronómicamente comienza en el solsticio del mismo nombre y termina en el equinoccio de primavera.  RAE




Este invierno se me está haciendo eterno. El frío clava sus afilados alfileres de cabecilla negra en el centro de mi cerebro, allí donde, a ratos, hiberna el hipotálamo, dejando mis pensamientos congelados. Aún no me explico cómo se puede mantener un acerico de hielo en la cabeza y no perder la cordura.
Las horas se hacen densas, pesadas, grises, se resisten a cabalgar sobre los segunderos de este invierno de mercurio que se expande llenándolo todo en rededor. La luz del sol no llega a lamer más allá del polvo de las paredes, dejando en su huida un reguero de oscuridad y silencio por los rincones. Es difícil ver la luz, distinguir los colores que se adivinan por el horizonte de una posible primavera temprana, calentarse los poros o conseguir que la sangre fluya hasta la punta de los dedos, cuando el mercurio recorre tus venas y el invierno que te congela la piel no está afuera sino adentro.

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