No sé si esta batalla que libro contra la memoria tendrá un final feliz para mí, creo que gasto energía y tiempo en algo imposible, inalcanzable, escurridizo, y cuya realidad se me clava como un dardo con nombre certeza incrustado en un lateral.
Admiro a las personas que pasan página de verdad en el libro de sus vidas, y me extraño a partes iguales, yo lo consigo a medias; siempre paso las páginas y, sin esperarlo, una brisa casi inapreciable, las rescata y me las devuelve como un búmeran que lanzara hace mil años.
A veces tengo la sensación de que vivo dando un paso hacia adelante y dos para atrás, avanzo por inercia, como los soldados de un reloj que se persiguen alrededor de la esfera del tiempo. Y sé que ese mismo tiempo me traerá, dos pasos atrás, hacia aquí, donde ahora estoy.
A mí nunca me hicieron daño los recuerdos, ni siquiera los que vienen con malas intenciones empujados por una memoria envidiable. Son míos, sin ellos, para bien o para mal, yo no sería así. He llegado a pensar que tal vez sepa de mi fortaleza y anda jugándomela a ver para cuándo una herida de muerte.