porque resulta muy inverosímil.”
Andrés Trapiello “El gato encerrado”
Escribir en primera persona no es fácil, sale al mundo lo que te duele, lo que te hace reír, lo que sientes en cada momento. Y corres un gran riesgo, el de la incomprensión. Entiendo a aquellos que lo hacen en tercera persona, se visten de otro, se llaman de otra manera, viven en otro lugar y se lanzan al campo de batalla, con escudo y cota de malla, a contar la que en realidad es su vida, la de dentro o la de fuera, todo lo que cargan en una mochila con derecho de admisión. Quizá lo que no son y siempre ansiaron ser, o quizá lo que son y no les hace felices.
Ése es mi hándicap, mi desventaja a la hora de dar rienda suelta a mis dedos sobre el teclado, éstos son guiados directamente por mis emociones, golpean las letras al compás de los latidos de mi corazón, y salen al mundo desnudas, expuestas a la mira de los francotiradores que esperan tras las ventanas de mi calle desierta.
Conozco mis límites, freno mis pasos justo antes de cruzar la frontera. Más allá, un paso más allá, están las historias de los otros, y yo no las sé contar. Tampoco sé si un pintor pudiera pintar el alma de una playa sin verla.