-En ese caso, soy un artista de la hostia.”
Jaume Cabré “Yo confieso”
Hace días que me noto las ganas descolgarse gota a gota de mi alma siempre disponible, y deslizarse por el blanco mármol hasta perderse por el sumidero de las ideas. Un desangrarse a la vista de todos sin que nadie, ni siquiera yo, haga nada por remediarlo. Dicen que cuando afirmamos no tener palabras, en realidad queremos decir que no tenemos ideas, y puede ser que eso mismo me esté ocurriendo a mí. A veces retrocedo a los inicios de este blog y releo lo que sólo eran mis recuerdos de infancia, y pienso que a quién puede importarle lo que probablemente sean mis percepciones -a veces erróneas- de una niña y su mundo feliz. Pero los recuerdos se guardan en cajas cerradas, acotados por seis paredes de cartón, con un principio y un final, y un letrero de papel pegado en la tapa con el año, la foto y la canción de turno; lo demás se inventa, se idealiza o simplemente ni siquiera existió.
Luego he descubierto un reguero no de ideas sino de sentimientos, de lágrimas y dolor, los restos de una guerra que me estalló en el centro mismo del corazón, sin saber de estrategias bélicas, con el temblor en las manos de un francotirador novato, y con las defensas atrincheradas detrás de la ilusión ilusa por ganar la partida a la vida.
Demasiado llanto, demasiado dolor para esta alma siempre disponible que hace lo imposible por encontrar ideas, o en su defecto, palabras bellas para este callejón.
Luego he descubierto un reguero no de ideas sino de sentimientos, de lágrimas y dolor, los restos de una guerra que me estalló en el centro mismo del corazón, sin saber de estrategias bélicas, con el temblor en las manos de un francotirador novato, y con las defensas atrincheradas detrás de la ilusión ilusa por ganar la partida a la vida.
Demasiado llanto, demasiado dolor para esta alma siempre disponible que hace lo imposible por encontrar ideas, o en su defecto, palabras bellas para este callejón.