“Siempre digo la verdad, incluso cuando miento digo la verdad”.
Al Pacino “El precio del poder”
Fue Ana la que encendió mis ganas que temblaban como el pabilo de una vela, yo no estaba segura ni de lo que quería hacer ni si sería capaz ni cuánto duraría. Un año ya...
Me daba verdadero vértigo asomarme al abismo de este mundo virtual. Mis pasos inconscientes me llevaban a las puertas de un laberinto con una mochila atiborrada de palabras desordenadas como único equipaje, no sabría salir, y lo sabía, pero me ilusionaba intentarlo. Siempre despertaron mi curiosidad los laberintos, ese halo de misterio que los envuelve, y ahora me retaba yo misma a recorrer todos los ángulos de éste acompañada sólo de palabras. Lo mismo me perdía. Juro que haré lo posible por no encontrar la salida.
Y aquí me hallo, delante de un cuaderno virtual que poco a poco completa sus páginas con los añicos en que estalló mi cerebro la última vez. Y mi alma. Sólo puedo ofreceros palabras, que a veces no tienen significado, ni sentido, ni opinión. Incluso me hacen pensar que os mienten, que no siempre son sinceras, que finjo. Y que ni siquiera lo que escribo coincide con mi estado de ánimo.
Contar una vida me resulta muy difícil sin estirar la mano y robarle a una nube los contornos del dibujo de mi imaginación, y me sorprendo a mí misma rebuscando hilos de palabras en el costurero de la ficción para pespuntear los pensamientos que no son. O sí.
Miento, coso y descoso, llevo y traigo, coloreo y borro, escribo y tacho… hasta que cuento…, que me cuento… Porque detrás del invento, está mi cabeza, detrás del color, mi corazón, tras la ficción, mi alma,… Incluso cuando miento digo la verdad.
Ahora sé que siempre soy yo, porque todo lo que muestro lo encuentro si me miro hacia dentro. Nunca fui más sincera que hoy, al desplegar ante todos lo que siempre oculté en el envés de mi alma. Soy yo, sin piel. Abierta y transparente, como las puertas de una cajita de cristal.