que siempre estará en mi corazón.
Es extraño vivir con la sensación de que te haces adulto en un mundo muy distinto al de tu infancia. Que corres, saltas, ruedas por la misma tierra pero en otro mundo, más cercano a ti pero mucho más lejano en realidad. Empeñarse en vivir en el mismo paisaje, pero darte cuenta de que sus colores, aunque vívidos en tu memoria, se tornan sepia y emborronan las figuras que lo habitaban hasta hacerlas desaparecer. Y sientes en el interior de la piel esa brisa templada y suave que ralentiza todos tus movimientos, como si seguir andando hacia una meta invisible dejara de tener sentido, y giras tus ojos, tus manos y tus pies hacia aquel paisaje tan lleno de vida, tan habitado.
Ya no estás, ya no estáis. Ahora me quedo corriendo, saltando y rodando por otro mundo menos cálido, menos cómplice, más desnudo. Y quiero creer que mi paisaje, con todos sus colores primeros, se vuelve a habitar, poco a poco, con la cadencia de las hojas otoñales del nogal, en las entrañas de un cielo sin pasado ni futuro que nos espera. A todos.
Gracias. No nos vamos a olvidar de todo lo que nos enseñasteis, de que siempre hay alguien que nos da la mano, alguien a quien agarrarse y que nos haga sentir menos solos, alguien a quien amar y con quien tirarse al barro de esta vida efímera. Alguien como vosotros.