Estábamos tan ensimismados en nuestra pena que no nos percatamos de la presencia de una enfermera que nos instaba a seguirla. El enfermo había salido del coma de forma inexplicable y se encontraba en una habitación de la planta tercera del hospital. Allí dormitaba tumbado en la cama, con los ojos cerrados y encadenado a un sinfín de tubos y aparatos. No pasé de la puerta mientras mi madre se acercaba despacio a la cama de su marido, le agarró los dedos de la mano que le quedaba libre de tubos y notó cómo se la retiraba con el peor de los desprecios que puede albergar la semiconsciencia.
Al poco llegó un médico que nos hizo acompañarlo a un pequeño despacho lleno de títulos enmarcados en la pared, con una mesa en la que se apilaban cientos de informes clínicos y una foto de una familia feliz –la suya intuí-. Por unos segundos no pude retirar la vista de la foto. La escena era idílica, el doctor abrazaba a una mujer y ésta a su vez, a una niña de sonrisa mellada.
La conversación que siguió la recuerdo lejana, retumbando en algún rincón de mi memoria:
-Señora, su marido tiene paraplejia-. No se anduvo por las ramas el doctor.
-¿Significa eso que no puede mover las piernas, que tendrá que ir en silla de ruedas?
-Lo siento señora, …firme estos documentos y llévelos a Inspección. Allí la informarán de lo que tiene que hacer. En la primera planta, la segunda puerta a la derecha-. Salió del despacho detrás de nosotros.
En aquel instante no supe reaccionar, no llegué a entender lo que la nueva situación significaba para el futuro de mi madre, e incluso para el mío, aunque un pensamiento indolente hacia la situación de mi padre se me pasó por la mente: -ahora no podría ponerle un dedo encima a mamá-. Poco tardé en convencerme de que el daño se hace también con los gestos, las miradas y las palabras, que hay miradas que te acuchillan las pupilas y palabras que te dejan en el escalón más ínfimo de la autoestima.
La estancia en el hospital se alargaba, fueron necesarias varias operaciones y algunas pruebas médicas a las que el enfermo accedía a regañadientes, y siempre acompañado de su mujer en actitud sumisa y callada empujando la silla de ruedas.
Día tras día y noche tras noche permaneció en un sillón al lado de mi padre, ayudándolo en la comida, lavándolo y pendiente de la medicación. Siempre atenta y solícita, yo diría que con amor. Y no lo entendía ¿Por qué se mostraba así?
Uno de los días en que me pasé por el hospital fui testigo de hasta dónde podía llegar la crueldad de aquel ser: desde la puerta observé cómo mi madre le ofrecía una píldora que le entregó una enfermera –Miguel, tómate esto que es para la infección- le tendió la píldora en un pequeño vasito de plástico. –¡Tú estás loca si piensas que me voy a tomar eso!- Y en ese momento le dio un manotazo que le tiró el vaso con la píldora al suelo. Entonces se puso a llorar sobre la cama mientras él continuaba: -¡Todo esto es por tu culpa, ya estarás contenta, aunque lo que tú querías era verme muerto! ¡Por mí te puedes ir y dejarme en paz, no te necesito!- En ese momento empujé la puerta que se abrió del todo, agarré los hombros de mi madre y la llevé fuera de la habitación.
Al poco regresé, lo miré con todo el desprecio de que fui capaz y con la rabia apretada entre los dientes acerté a decir: -¡te odio, siempre te odié. Ojalá hubieses muerto!-. Vi cómo apretaba el puño de la mano derecha y salí.
Después de lo ocurrido me negué a volver al hospital, aunque mi madre seguía con sus cuidados y aguantando a un ser que lo único que se merecía era el desprecio de aquella mujer.
Las horas de la tarde pasaban lentas, en el silencio desconocido para mí de aquella casa. Al día siguiente me examinaba de Literatura y todo el ambiente era propicio para el estudio, hasta que el silencio se cortó con el insistente reclamo del teléfono. -Sí, diga. …Papá ha muerto-. Me hablaba desde el otro lado del aparato la acongojada voz de mi madre.
No sentí el dolor por su ausencia, ni el vacío que debe dejar la muerte de un padre en el alma de su hijo. Aquella muerte significaba para mí el final de una etapa y el principio de la vida que aún le esperaba a una mujer joven e inteligente como mi madre.
La mañana era espléndida, el reflejo del sol en los zapatos negros nos acompañó hasta el tanatorio. Apretones de manos, abrazos y besos de gente que apenas conocía y algunas lágrimas.
Pedí por favor quedarme sólo un momento con el féretro y todos salieron de aquel cuarto marrón con olor a fregasuelos barato. Aún estaba abierta la caja, me acerqué, quería decirle todo lo que callé durante mis pocos años adolescentes, escupir todo el dolor acumulado, arrojarle la furia, la rabia y la ira reprimida que habitaba en mi pecho. Estaba blanco, con el gesto sereno que nunca le vi. Fue entonces cuando se me pasó por la cabeza una idea descabellada que no pude controlar. Me desabroché el cinturón, bajé la cremallera de mi pantalón y regué todo el cadáver con una inmensa meada.
Jamás me había provocado tanto placer aquel hecho fisiológico tan cotidiano. Recompuse mi vestimenta y respiré hondo.
Al poco entraron dos operarios en aquel cuarto marrón y colocaron la tapa del ataúd. –Uf…, empieza a oler ya- le dijo uno de los hombres a su compañero.
Fin.
Ni Alfred Hitchcock logró nunca un suspense así. Y creo que es porque las mulleres encerraís dos facetas opuestas : la emocional y la vengativa de terror.
ResponderEliminarQue los dioses salven a los desgraciados que caen en manos de mulleres vengativas.
Si Miguel de Cervantes hubiera sido muller habría escrito que el bueno de Alonso Quijano embastía contra toda su familia y la ensartab en su lanza por haberle quemado los libros de caballerías.
Un inmenso relato que merecía un gran premio en ese Concurso y que si no te lo dieron es porque los del Jurado eran unos cabrones envidiosos de tu buen escribir.
Jajaja, impresionante el final que le has dado.
ResponderEliminarMuy bueno
Un beso guapa.
Jo vaya con el final. Claro está bien lo que el escritor piensa, suña y desea, es su obra.
ResponderEliminarPero da pena el odio y el desprecio que este adolescente, casi un jóven ha sido capaz de acumular a lo largo de su corta vida. Y me temo que nunca resoverá ese conflicto a pesar de este desenlace.
Un beso Elena
Javier, las mujeres somos muy buenas por lo general. ¿Qué sería de vosotros sin nosotras?
ResponderEliminarGracias por los halagos pero soy perfectamente consciente de las limitaciones del relato y de mi escasa capacidad para contar historias. Creo que se me dan mejor los sentimientos.
De todas formas, a nadie amarga un dulce.
Un beso.
Muy buen relato!!! me gustó, no me esperaba el final, después de tanto drama, un poco de jocosidad.. rara jocosidad.
ResponderEliminarFelicidades Elena, eres una muuy buen escritora!
Sonrisa, me alegro de que al menos te haya sorprendido.
ResponderEliminarUn beso para ti.
Katy, ese muchacho necesitaba echar afuera todo el odio que le corroía las entrañas. Y lo echó, vaya si lo echó, jajaja.
ResponderEliminarUn beso guapa.
Cuetzpallin, sólo es una pequeña venganza.
ResponderEliminarGracias guapa.
Un beso.
El final se esperaba, por la pincelada del comienzo de la historia, pero lo que no me esperaba era la actitud del hijo ante el cadáver. Se desahogo bien el chaval.....en ambos sentidos, física y sicológicamente jejeje.
ResponderEliminarEspero que publiques algún relato mas que tengas por ahí guardado.
Un abrazo Elena.
Jajaja, Cordobesa, el hijo tenía que explotar, jajaja.
ResponderEliminarBueno, esto llegó a su fin, por fin. No creas que me ha convencido la idea de publicar el relato, pero ya que empecé...
Gracias por los ánimos.
Un beso.
Me ha encantado.
ResponderEliminarA ver por dónde empiezo.
No te he comentado en la segunda y tercera parte porque no quería perder tiempo: tenía que seguir leyendo porque me ha interesado desde el primer renglón hasta el último (ingrediente imprescindible en un relato).
Bello lenguaje, inmejorable expresión, enternecedor por momentos y duro en otros.
El detalle del final es la guinda.
Elena, ¿te dije alguna vez que me gusta mucho cómo escribes?
Me halaga que te haya gustado. Ya sabes mi opinión y me animas con tus palabras que espero sean sinceras.
ResponderEliminarEs importante para mí tu opinión.
Gracias Adelaida, mil gracias.
Y un beso.
Se ve que he estado liado y he llegado tarde, pero el final ha merecido la pena, yo pensaba más en un pollo mañanero de los de mi vecino, pero la meada y el comentario final del operario son un broche de oro (y que conste que no me quedo en lo anecdótico).
ResponderEliminarMis más sinceras felicitaciones.
Jajajja, hubiera sido una estupenda alternativa, sin duda, ¿te imaginas? un gapo en cada ojo, jajaja...
ResponderEliminarGracias Isra.
Lo siento, estas situaciones siempre marcan queramos o no.Saludos
ResponderEliminarAsí es Mamuma. Suerte que yo no las viví.
ResponderEliminarGracias por tu visita.
Un abrazo.
Pensaba que el niño le iva a arrancar los tubos jaja!, tal como marchaba el relato tenía esa pinta. Pero ha sido mejor tu final, una venganza sin remordimientos y efectiva.
ResponderEliminarPues...A mi me ha gustado mucho ¿No tendrás alguno más por ahí?. Seguro que el premio se lo dieron a un relato con algún taco jaja!
Un besazo.
Te lo agradezco Candela, pero por ahora me voy a dejar de daros la tabarra con historias mediocres como ésta. Prefiero seguir con mis post habituales que al menos son cortitos, jajaja...
ResponderEliminarUn beso.
Por cierto Candela, el premio se lo llevó una mujer cuyo currículum rebosaba premios literarios.
ResponderEliminarSe trataba de una carta en la que le decía a su ex todos los desprecios, los engaños, la indiferencia... que había sentido durante su matrimonio. No tenía tacos. Jajajaja...
Magnífico relato.
ResponderEliminarPeero eso de que las mujeres son buenas...
Cuando duermen.
Y a veces ni en ese momento.
Uy Aspirante, ¿has tenido malas experiencias con las mujeres?
ResponderEliminarNo será para tanto.
Un beso.
Me gutó el final de tu relato. Tienes una forma de escribir que consigues que al leerte, el lector visualice sin esfuerzo, todo lo que describes.
ResponderEliminarUn placer Elena
¡Impresionante final Elena! Él debía morir, no podía ser de otra forma para que mujer e hijo vivan.
ResponderEliminarEres una narradora exquisita cielo.
Un abrazote!!
Gracias Mistral.
ResponderEliminarSe agradecen tus palabras.
Un beso.
Lo mismo pensé yo, en el mundo real siempre muere la mujer, esta vez le di la posibilidad de seguir viva.
ResponderEliminarBesos.
Ay Elena¡¡¡, como me lo temía, lo intuía, pero me mordí las uñas esperando el final, y cuando lo he leído, no he sentido pena por la mujer, aunque la pobre tuvo su calvario particular, sino por el hijo, por la frustración, el odio y el rencor que tuvo en el acto final, fruto de la falta de cariño.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho.
Un abrazo
Estimada Elena...
ResponderEliminarNo siempre muere la mujer. Recientemente una mujer ha sido absuelta por matar a su marido. Ha sucedido en la Audiencia Provincial de Navarra...
Tu final es encantador, artístico y un error.
Enhorabuena y sds!
Perdona Elena pero llego tarde pero por motivos que me tienen super agobiada no he llevado esta historia, voy a ponerme al dia despues....
ResponderEliminarAsi que no leo este final para entenderla muy bien y dar mi opinion.
Gracias por siempre estar.
Feliz fin de semana
Primavera
Manuel, cuando empecé a escribir este relato lo único que tenía claro era el final. La historia hasta llegar a él casi se escribió sola.
ResponderEliminarUn abrazo y gracias por seguirla.
No Dadaista, no siempre muere la mujer, digamos que casi siempre, aunque si sólo muriese una, ya sería demasiado.
ResponderEliminarEl final no sé si será un error, yo más bien lo veo como una pequeña venganza.
Un abrazo.
Mari Carmen, no sabes cómo me alegra que te haya gustado, pues no es de lo que más me gusta de todo lo que he escrito, creo que esto de contar historias no es lo mío, se me da mejor contar sentimientos.
ResponderEliminarGanar ese concurso es muy difícil, se presentaron más de 200 trabajos de toda España. El año que viene no creo que me presente, con la experiencia ya me basta, aunque nunca se sabe.
Un beso.
Primavera, no te preocupes, ya te harás con la historia cuando tengas tiempo.
ResponderEliminarLa verdad es que te he echado de menos estos días.
Un beso.
Eso si que es morob Elena jajaja
ResponderEliminarte quedarias relajada despues de soltar todo lo que llevabas dentro de ti.
que disfrutes el fin de semana.
un abrazo.
Jajaja, eso mismo Ricardo, me he quedado en la gloria, jajaja.
ResponderEliminarUn abrazo.
Menos mal que lo único que compartimos ese niño y yo es el gusto por la ensaladilla.
ResponderEliminarA saber cuántas historias como esta se siguen desarrollando aún en España. Es algo que llevará mucho tiempo erradicar, por desgracia.
Besos.
Pues también a mí me gusta mucho la ensaladilla rusa. Ya tenemos algo en común.
ResponderEliminarLamentablemente estos casos son más frecuentes de lo que pensamos y de lo que sale en las noticias.
Un beso Mi amigo viajero, Tawaki.
es impresionante cuanto he leido, me gusta... a veces, sin saber hacer las cosas salen cosas bonitas como la que he visto. No solo se te da bien los escritos de sentimientos .... esto de los relatos solo debemos de decir cuanto sentimos. Sintiendote feliz por escribirlo, lo demas solo es cuestion de que unas veces sale mejor y otra saldrá mejor. jjjajajajaja, tu ves lo que yo he escrito, no es nada del otro mundo, pero comenzé con esta historia y la terminaré lo mejor que sepa y sienta en ese momento. jajajaja. besos amiga. cuidate. Eres una adorable persona.
ResponderEliminarSinceramente fue lo mejor que hizo esa hija mearse en el cadaver.
ResponderEliminarMe gusto desde el principio hasta el final del relato, es una historia real de muchas mujeres y la impotencia de los hijos de querer sacarla de ese atontamiento o pasividad de aguantar todo lo que ese hombre le hacia...
Primavera
Gracias por los ánimos Silencio. Y gracias por pararte a leer.
ResponderEliminarUn abrazo enorme.
Primavera, gracias por leer el relato aun llegando un poco tarde.
ResponderEliminarAh, se trata se un hijo, no de una chica.
Besos.
Tremenda historia y magnificamente relatada. La crudeza que impregna cada uno de los capitulos, se ve rota con ese final, que hace que a uno se le deshaga el nudo con que la estaba leyendo.
ResponderEliminarBesos Elena
Gracias Maripaz. Me alegro de que ese nudo se haya deshecho.
ResponderEliminarUn beso.