miércoles, 10 de noviembre de 2010

UNA VIDA ROTA (3ª Parte)



Cada día llegaba más tarde y más bebido, su aspecto era lamentable, y su aliento pestilente se expandía por el aire de la habitación, dejando en suspensión miles de átomos de un hedor a licor rancio. Aquella noche se demoró más de lo normal, cuando llegó, mamá y yo ya estábamos dormidos. Entró en el dormitorio de matrimonio tambaleándose, se acercó a la cama y tiró de las sábanas hacia abajo.

-¡Despierta! ¡Y ponme la cena, ¿qué haces acostada?! –gritaba con la cara desencajada mientras mi madre de un salto se puso en pie con las piernas temblando y el miedo arañándole la mirada. El frío de las baldosas le acuchilló la planta de los pies, escaló por sus entrañas y le estalló en mitad del pecho.

Luego se dirigió a mi habitación.

-¡Y tú, levanta! ¡Cuántas veces tengo que decir que me esperéis despiertos! –se inclinó sobre mi cama, me sacudió agarrándome de los hombros y comenzó a abofetearme la cara.

Armada del poco valor que le quedaba y empujada por el instinto de conservación y protección que sólo desarrolla una madre, arrastró su osamenta por el pasillo y forcejearon en desigualdad de condiciones. A mí jamás me había pegado y la primera vez bastó para sentir en su alma una fuerza sobrenatural que la hizo hablar: -¡No se te ocurra tocarlo!-.

-¿Y qué me vas a hacer? ¿eh? ¡Este es mi hijo y tú lo pones en mi contra, le hablas mal de mí, lo único que quieres es conseguir que me odie. Igual que tú! ¡Eres una mala puta! ¡No sirves para nada! –La empujó contra la pared, le cruzó la cara con dos bofetadas y salió por la puerta dando tres zancadas y un portazo que retumbó en mis tímpanos. Mastiqué el aire denso de la habitación y tragué saliva con un puñado de arena. Mi madre permanecía tirada en el suelo, me acerqué a ella, le tomé la cara entre mis manos y enjugué con un pañuelo de papel el hilo de sangre que bajaba desde su nariz hasta la boca dejándole un sabor dulzón a metal en la garganta. Sólo quería abrazarme a ella, sentir el refugio de su vientre, meterme en mi cápsula fetal y oír tan sólo los latidos de su corazón. Huir de este mundo y volver a cuando todo estaba bien.

A pesar de que los días se alargaban en el tiempo como el eco de un grito entre montañas, pasaron uno tras otro, y como las gotas que lentamente caen de la estalactita de un tejado creando un charco de agua sobre el suelo, mi vaso se fue colmando poco a poco de gotas de odio hasta el ras de mi aguante. Tenía dieciséis años y le sacaba la cabeza a mi padre, y aunque su fuerza era mayor a la mía, empecé a imponerme –era fácil- a un borracho que apenas se mantenía erguido.

Un día salió de casa y a las dos horas aproximadamente, el ring-ring del teléfono ensordeció el eco del último portazo que aún se repetía en mis oídos: -¿Señora Montes? Sí, dígame. La llamamos del hospital, su marido ha tenido un accidente de coche.

Cuando llegamos al hospital nos comunicaron que D. Miguel Montes se encontraba en estado comatoso y que aún era pronto para prever futuros acontecimientos. Sólo cabía esperar.

Si de esperar se trataba, yo sólo esperaba que se muriera. En aquel momento no me cabía en la cabeza otro deseo. Lo odiaba, lo odié en silencio muchos años, y ese rencor se expandía en toda su amplitud por mis pensamientos, dejándolo como único inquilino de mi cabeza.

Sin embargo la cara de mamá era el fiel reflejo de la preocupación. Habían estado juntos muchos años, idearon un proyecto en común cargado de ilusiones y de futuro, lo había amado y creía que él, en su interior y a su manera también la quería. Ella le dio dieciocho años de amor y a cambio recibió dieciséis de desprecios.

La tenía enfrente, sentada en una silla azul en la sala de espera, consumida por el tiempo, con las manos juntas y sin color en la mirada. Apenas le quedaban restos de la bella joven que fue, de aquellos ojos almendrados y aquella sonrisa blanca perenne que yo conocía por fotografías.

-Mamá, …y si se muere…- Alcancé a decir en voz baja.

-¡Calla, no digas eso! Es tu padre, jamás digas eso.- Me recriminó con gesto acusador.

-Pero mamá, no entiendo por qué lo defiendes, siempre te hizo la vida imposible, jamás te ha querido, ni a mí.

Entonces se sentó a mi lado y empezó a narrarme la historia de un amor idílico que poco tardé en descubrir como algo inventado, me relataba lo que ella añoraba, lo que quería que hubiese sido su vida y que no fue, sus ilusiones pasadas y que no era consciente de que se habían roto en el presente. Por un momento pensé que había perdido la cabeza.

-Mamá, todo eso está en tu cabeza pero no tiene nada que ver con la realidad.- La interrumpí agarrándole las manos y noté la tristeza de sus ojos acariciando los míos.

(Continuará...)


23 comentarios:

  1. Me tienes con el corazón en vilo...
    Un saludo

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  2. SIGUE estando de lo más interesante y de suspense en cada párrafo.
    Pero lo más bonito es el engranaje de las palabras, el sentido estético de crear imégenes con letras unidas.

    Vas camino de no ser nunca una Nobel, porque ahí sólo premian a los corrientillos.

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  3. Sonrisa, ya queda muy poquito, mañana terminamos. ¿Podrás esperar? jajaja

    Un beso guapetona.

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  4. Buff!! que relato mas duro y mas real...lo describes tan bien!!

    Por desgracia, todavia en esta época, abunda mucho esta violencia familiar, existe todavia como muy bien dices, la creencia de que la mujer pertenece al hombre, costará mucho todavia desterrar esa idea, son muchos años de tradición...

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  5. Jajajaja Tella, no sé si tus palabras son sinceras pero al menos me hacen reir un rato. Eres un cachondo, pero te has pasado en el halago ¿no te parece?
    Si esas cosas se las dijeses "al Genio" te diría que ese premio es poca cosa para él.

    Me alegra que el relato te resulte al menos entretenido. Si Dios quiere mañana lo acabamos.

    Un abrazo.

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  6. Lamentablemente es así Maripaz, creo que han de pasar varias generaciones para que esto cambie de verdad.

    Un beso.

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  7. Sentimientos encontrados, amor odio. Es muy difícil asumir y aceptar que tu vida ha sido inútil, desperdiciada, ajada. La mente recurre a la estrategia de la defensa y ditorsiona la realidad, cosa que no ocurre a los más jóvenes, en este caso al hijo. Los hijos siempre juzgan porque se enfrentan al dolor de la madre y el que produce el maltratador o vicevesa. Porque hay madres autoritarias que han truncado la vida de sus hijos.
    Me está gustando tu relato. Estoy a punto de darte el premio Planeta. Estás entre los tres finalistas.
    Un beso

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  8. Justo es como cuentas, no aceptar la realidad puede ser un mecanismo de defensa, aunque en realidad se trate de un autoengaño.

    Gracias Katy, pero ya tengo un premio con tu amistad.
    Un beso.

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  9. Estimada Elena...

    Esta parte del relato me está recordando a la dependencia afectiva que surge entre secuestrado y secuestrador...

    sds!

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  10. Dadaista, ¿algo así como síndrome de Estocolmo? Puede ser. Algunas mujeres maltratadas llegan a pensar que ellas son las únicas culpables de lo que les pasa.

    Un abrazo.

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  11. Se me esta haciendo duro el final, de todas formas es una historia muy bien elaborada, triste y real como la vida misma.
    Un abrazo

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  12. Es increíble que esta mujer después de la vida que lleva al lado de ese bruto, sienta algo bueno por el y sienta su muerte. En eso si somos el sexo débil, queremos aun por encima de maltratos y desprecios.
    Venga.... mañana el siguiente capitulo, estamos intrigados todos.
    Besos de colores.

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  13. No podía ser de otra manera Manuel, a cualquiera con un poco de sensibilidad le tiene que resultar dura la historia; pero lo peor es que sólo es un reflejo de la realidad en muchos hogares.

    Un beso.

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  14. Llevas razón Cordobesa, la mujer es así. Sé que son las madres, esposas y hermanas las que siempre van a visitar a sus familiares en prisión, y a pesar de ello son tratadas de forma "poco cariñosa" digamos.
    Como bien dices, somos capaces de amar a pesar del dolor.

    Un beso Luisa.

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  15. Creo que estás desarrollando a la perfección el perfil de la mujer maltratada Elena, como ya te comenté. Lo adornas con una plástica bellísima, trasladando emociones al lector.

    ¿No crees que existe una mezcla de amor idealizado, dependencia y fuerte resignación en éste tipo de mujeres?..Aunque esa mezcla puede ser explosiva en ocasiones.

    Un beso, querida amiga. Está resultando un relato precioso.

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  16. He tenido que dejar de leer varias veces... me sobrecoge tu relato, es tan real...
    Es fácil aconsejar "Déjale", "Márchate lejos", "denúnciale", pero sólo si vives inmersa en la situación sabes lo que hay y el porqué si, y el porqué no.
    es tan complicado y tan horrible...
    Sin duda, un relato sublime Elena. Espero la continuación.
    Un fuerte abrazo!!!

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  17. Candela, por supuesto que sí, hay idealización y dependencia, a la vez que una baja autoestima.
    Gracias por el ánimo, la verdad es que no pensaba publicar el relato, no sé, pero no me veo como contadora de historias.

    Un beso.

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  18. Silvia, la verdad es que para entender este tipo de situaciones hay que vivirlas. Para quienes no las hemos vivido, es imposible comprender el comportamiento de las víctimas.

    Gracias Silvia.
    Un beso.

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  19. Buenas tardes, Elena. Leo la historia que cuentas, pero no me atrapa como relato.

    ¿Puedo decírtelo, no? Disculpa que lo haga porque va con el afecto de un beso.

    Ignacio

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  20. Lavelablanca, por supuesto que puedes decírmelo, faltaría más.
    Ya digo en otros comentarios que no sabía si publicarlo, lo mío no es narrar historias. Pero no te preocupes, hoy acaba el relato.
    Un beso.

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  21. Si no fuese por el talento de la narradora...
    menuda historia.

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  22. Vaya Aspirnate, te me habías perdido y te encuentro aquí, jeje.

    ¿Qué pensabas hacerme? jajaja

    Un abrazo.

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  23. A veces su cobardia es porque no tienen medios economicos, temor enfrentarse a esa persona, confunde amor, con resignacion, hasta que en muchos casos tocan a sus hijos es entonces en muchos casos cuando tomar la gran decision que les cambia la vida a ella y a sus propios hijos...la de salir y denunciar.
    Primavera

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