Hemos estado tan ocupados en dar a nuestros hijos lo que no tuvimos que hemos olvidado darles lo que tuvimos.
Dándole vueltas a la crisis y en cómo hemos llegado a ella, mi pensamiento ha volado al tiempo de mis abuelos.
No sólo tenían lo imprescindible para vivir sino que también tuvieron que sobrevivir a una terrible y fratricida guerra. Como rutina, el trabajo incansable.
Como principios, el respeto y la unión de todos los miembros de la familia.
Con los años, mis padres consiguieron, siempre gracias al esfuerzo y al trabajo, ciertas comodidades sin las cuales hoy en día no se concibe una casa en la que vivir.
Recuerdo la primera lavadora no automática que hacía girar la espuma hasta que se salía al suelo y el primer televisor en blanco y negro que nos reunía todas las noches de los viernes a toda la familia para ver el un, dos, tres.
Todo un acontecimiento fue el día en que no había que calentar el agua en una cuba de zinc para bañarnos porque ¡ya teníamos termo!
Siempre se esforzaron por darnos lo que ellos no tuvieron y siempre nos inculcaron algo tan sencillo de entender como que "nadie da duros a pesetas" y "al que algo quiere, algo le cuesta".
Ahora, a nosotros, nietos de aquellos abuelos que pasaron tantos apuros, nos ha tocado vivir los años de la ostentación y la mentira.
Hemos pasado del "todo se consigue con el esfuerzo y el trabajo" al "porque yo me lo merezco".
Nos hemos hipotecado de por vida por una casa que en realidad no podemos pagar, tenemos la pantalla plana más grande que quepa en el mueble y si no cabe, compramos otro mueble, y no nos conformamos con cualquier coche que valga menos que el del vecino del quinto.
Nos hemos creído los Reyes del Mambo y lo peor es que nadie nos avisó de que en realidad vivíamos una mentira y que somos una simple gota de agua en el mar.
Llevas muchisima razón. Ahora vivimos en la abundancia y nos ha llegado la crisis y parece que no sabemos vivir. Ya nadie recuerda los años de despilfaro en todos los sentidos. Quejarnos si sabemos. Las personas somos muy hipocritas. Nadie aplica el cuento de la hormiga y la cigarra, todos vamos a disfrutar, malgastar y a vivir con todo lujo y comodidad y nunca pensamos en el mañana. un abrazo y felicidades por todos tus escritos. Saluda a tu Antonio Jesús. PINFLY
ResponderEliminarSí Francisco, a las comodidades y al lujo es fácil acostumbrarse, lo malo es adaptarse a la penuria y la necesidad.
ResponderEliminarEsperemos recuperar no sólo lo que nos hace la vida más fácil sino también los valores perdidos por el camino.