"El día de hoy no se volverá a repetir. Vive intensamente cada instante. Lo que no significa alocadamente, sino mimando cada situación, escuchando a cada compañero, intentando realizar cada sueño positivo, buscando el éxito del otro, examinándote de la asignatura fundamental: el Amor. Para que un día no lamentes haber malgastado egoístamente tu capacidad de amar y dar vida".
Robin Williams “El club de los poetas muertos”
Hoy me mandaba besos soplando sobre su mano generosa desde la pantalla de este ordenador. Vestía de pastorcilla, una falda azul y un pañuelo blanco sobre la cabeza la hicieron especial, distinta aquella Navidad entre un revuelo de faldas y pañoletas rojas que se movían airosas por los pasillos del colegio.
Yo le hablaba y ella me soplaba sus besos antes de salir para el cole. Apenas unas palabras balbuceadas me recuerdan que no ha cambiado mucho su tono de voz, tampoco que desde siempre fue así de cariñosa y que muchos de sus besos se perdieron en el aire, olvidados por mis prisas y mis quehaceres.
La observo con la curiosidad de un voyeur caminar por las habitaciones, ajena a una cámara que seguía sus pasos y sus gestos de niña, de pronto fija sus ojos negros en el centro de la pantalla y clava en mis pupilas la daga de la certeza de que nunca volverá. Que creció y no supe estrujar contra mi pecho hasta romperlo todos sus momentos, todas sus risas y todos sus llantos. Hoy me pellizca la boca del estómago la sensación de que dejé pasar muchos trozos de lo único, de lo que sólo me rozaría una vez en la vida de su pequeña vida. Hoy daría parte de lo que me ocupó por ocuparme de todos sus minutos hasta deshacer este nudo que aprieta mi sensación de fracaso.
Ahora los años se asoman a la ventana oscura de su mirada como una interrogación. Estilizaron su talle y hasta alisaron los párvulos rizos de su pelo negro. Hoy sigue soplando sus besos sobre el aire que me roza, y yo los voy dejando caer en el abismo de mis prisas y mis quehaceres.
Sé que ésta que es también se marchará enredada en el torbellino del tiempo, y llegará otra, con otro talle y otro pelo quizá, que veré marchar con el futuro dentro de una maleta. Y a mí me quedará todo el tiempo, sin prisa y sin quehaceres, para recoger del aire todos sus besos soplados.