domingo, 15 de diciembre de 2013

NI SE CREA NI SE DESTRUYE

 “Si se hace frente al infortunio, el viento siempre sopla a favor.”
Quim Monzó “Ochenta y seis cuentos”


A veces quisiera saber transformar mis pequeñas tristezas para que nunca más tuvieran la capacidad de hundirme en una enorme melancolía. Pero sé que muchas veces hay que andar a tientas en la más profunda oscuridad para saber apreciar la luz que lo ilumina todo en la superficie. Ser capaz de recibir la lluvia con los brazos en alto mientras hundes tus pies en el barro el día que esperabas al sol rompiendo el centro del cielo, porque sólo es agua, ésa que limpia y arrastra las lágrimas. Jurar que nada, por negro que se presente, oscurecerá el camino que te tocó en suerte. Y cumplir tu promesa. Tener fuerzas, hacer lo imposible. Y morir en el intento. Saber transformar lo feo en algo nuevo e irrepetible para vivir. Otorgar un tiempo mínimo al duelo y al miedo. Tener la certeza de que el miedo te hace pequeño pero no desaparecer. 

Me gusta pensar que de las cosas más simples nacen las más hermosas, como de una diminuta semilla florece la rosa o de una guirnalda de besos y caricias la vida. Hay quien hace poesía de las cosas más prosaicas con que se topa cada día, limando la pátina que los convierte en monotonía. Es el arte de vestir de fiesta lo que sólo son palabras alineadas y explicadas en las hojas de un diccionario. 

Ojalá tengáis la capacidad de saber transformar cada día de los que amanecen para olvidar en días para el recuerdo. 


                                                                                                    Feliz Navidad.

martes, 26 de noviembre de 2013

CUESTIÓN DE MOMENTOS

“La vida es aquello que te va sucediendo mientras te empeñas en hacer otros planes.” John Lennon

Al fin he aprendido que la vida es un puzle básico, apto para niños, y cuyas piezas son simples momentos, retazos a veces sin importancia que van modelando la imagen final. Que no hay que esperar al mañana ni trazar planes para los días venideros, los momentos son aquí y ahora, y no se deben obviar a la espera de otros que vendrán.
Que no voy a recuperar los minutos de espera, como no se recupera el sueño no dormido ni los besos guardados entre los dientes. Sólo ahora tengo que querer, es hoy cuando toca reír, es este momento el que se ofrece para vivir y se diluirá en el pasado si no lo abrazas con ganas. Que has de tomar ese tren en marcha, y si lo pierdes, no permanecer más de un segundo viéndolo partir, los trenes no dejan de pasar por tu acera aunque pienses que ya es tarde para ti. Los momentos se te ofrecen sin cesar hasta la extinción de tus días, son las piezas de tu puzle, es tu vida y nadie la vivirá por ti.

Es hoy, aquí y ahora, cuando toca vivir la vida como si no fuésemos a salir vivos de ella.

martes, 29 de octubre de 2013

MI MANTRA



“Cuando la muerte se precipita sobre el hombre, la parte mortal se extingue; pero el principio inmortal se retira y se aleja sano y salvo.” Platón.



Yo sé que ahí tú no estás. A pesar del bucle de tu nombre, de las flores blancas y las velas disipando la oscuridad de las fechas, yo sé que ahí tú no me esperas. Nada queda de ti en el hueco oscuro de esta ciudad de silencios, sólo se intuye la repentina quietud de la materia inhabitada, ajena, lejana, callada, sin alma. 
Y hay quien te busca en el seno de estas cuatro paredes de ceniza y no sabe encontrarte a su lado desde la mañana a la noche, día a día, en el sueño y al despertar, secando sus lágrimas y dibujando su sonrisa como antes, como siempre, como ahora cuando te asomas a la memoria de puntillas.

He aprendido a encontrarte en la huella de tus cosas, en el tacto de la ropa, en el eco de las paredes de tu casa, en miles de risas que alicatan mis recuerdos, en los abrazos que llevo tatuados en los huesos, en el gesto de los que comparten tu sangre y hasta tu pelo. A veces te encuentro hasta en los espejos.
Yo sé que tú estás en el aire que respiro, besando mi latido, rozándome el corazón, en el por qué de mis decisiones y de mis actos. Te reconozco en el olor de mis pucheros, en el eco de mis carcajadas, en las arrugas de mis párpados y en la curvatura incipiente de mis uñas.

Yo sé que nada queda de ti en esta errática y lúgubre ciudad. 
Yo sé que ahí tú no estás.


viernes, 20 de septiembre de 2013

CUATRO AÑOS

“La única respuesta al por qué es el por qué no.” 
                  Antonio Gala “Los papeles de agua”




Tal vez porque acababa mi vida horizontal del año nueve, porque me revoloteaban en los intestinos las mariposas que te mantienen alerta frente a lo nuevo, o porque mantengo la osadía insensata de los inconscientes; sea como fuere, hace ya cuatro años, justo a las puertas del otoño, que ocupas tu propio enlace en este mundo irreal de la realidad.

Sobre mis huesos el peso de cuatro años más, y mi espejo cuatro años más viejo. También sobre tus guijarros se adivina la huella del tiempo. Ya no luces las paredes de cal que lastimaban mis ojos, el negro brillante de tus rejas devino en óxido rojo, los portones chirrían mendigando el alimento de una verde y espesa mano de pintura, y hay días que olvido regar tus geranios.

Sé que has intentado el suicidio varias veces, y lo peor es que no lo has logrado, quizá llegué a tiempo para evitarlo. Por mí sigues vivo y sigues vivo a mi pesar.
Te me estás haciendo viejo y yo te raciono el amparo. Y sí, ya sé, no son formas de celebrar un aniversario.


viernes, 30 de agosto de 2013

VIDA VERTICAL

"¿De qué sirve el calor del verano, sin el frío del invierno para darle dulzura?" 
                                                                                         John Steinbeck


Llegó tan de puntillas que algunos creyeron ver cómo un viento desorientado helaba los números sobre los calendarios, y hubo quien como yo quiso creer que las certezas a veces se convierten en casualidades. Pero no, sus tímidos pasos derivaron en zancadas de gigante horadando la línea del horizonte, y lo que algunos creímos a pies juntillas se fue diluyendo con la misma rapidez con que el verano caía a plomo sobre los campanarios de la ciudad, derritiendo el azul del cielo por los extremos.

A estas alturas sólo me queda rezar todas las oraciones que no me sé en un último intento para que retome su carrera hacia la lejanía, allí donde los meses se trastocan con los de este lado del mundo; con perdón.
Porque quiero volver a ser yo, sin miedo a los grados que perlan mi frente, retomar la vida vertical y activa, y envolver mi cuello de colores mientras el frío tensa mis mejillas ahí afuera y el húmedo asfalto vuelve a mis botas hasta la rodilla.
Porque donde algunos ven vida yo adivino la textura quebradiza de las hojas a punto de caer de los árboles amarillos, definitivamente muertas. Porque la vida, lejos de lo que pueda parecer, vuelve a brotar sobre su esquelética desnudez. Y yo, viva otra vez, como los árboles sus hojas, voy dejando caer, muy lentamente, la lasitud, el hastío, el tedio, la falta de ganas y hasta los grados que perlan mi frente.


martes, 2 de julio de 2013

Y AL PRINCIPIO FUE EL PARAÍSO

(...) Pero, cuando se ha vislumbrado el Paraíso, ¿Cómo contentarse con la vida de todos? Lo que para los demás es la dicha, a mí me resultaba irrisorio. Y cuando, sincera y deliberadamente, decidí un día hacer como todos, coseché remordimientos para rato...
                                  Alain Fournier

A mi primo Paco y a mi prima Mª Elena, 
que compartieron conmigo aquel paraíso.



Cuando no existe el futuro no cabe el miedo a encontrárselo de frente, y en mi paraíso no existía ese futuro amenazador que nos encara sin avisar cuando vemos pasar por nuestra vieja acera un año tras otro a velocidad de vértigo. Allí, cada tarde, el sol se derrumbaba detrás de los cerros rozándome la piel de niña y olvidando en mis pupilas todos los colores que vestía el cielo justo antes del anochecer, para renacer una y otra vez en un presente inacabable. Hoy sólo existe agazapado por los rincones más preciados de mi memoria, y recordar todo lo que en él viví me devuelve a borbotones toda una gama de sensaciones que hicieron de aquellos días el mejor legado que la vida dejó para mí, cuando aún no era consciente del tiempo que llevaba pegado a los talones con fecha de caducidad.

Alguien me dijo una vez que recordar que se ha sido feliz es una manera de volver a serlo, y yo lo vuelvo a ser, sin melancolía y sin tristeza por lo que ya pasó, y sí agradeciendo a quien corresponda que hiciera posible aquel paraíso para mí. Hoy, cuando evoco aquellos días, siento envidia de mí misma, y mataría por volver, aunque sólo fuera unas horas, a correr por aquel campo salpicado de amapolas mecidas por el viento.

Dicen que todos tenemos idealizada nuestra niñez, y creemos haber vivido los mejores años en ella, a veces borramos de un plumazo todo aquello que nos hizo sufrir, lo que preocupó y hasta atemorizó nuestro pequeño mundo infantil, y sólo recordamos, conscientes o no, el azul del cielo picoteado de nubes blancas y la suavidad del aire girando en nuestro gesto inmaduro. Sin embargo yo tengo la certeza de que mi paraíso fue una realidad, algo tangible, físico y corpóreo como mis pies sobre la tierra o este mismo papel en el que escribo, porque aún guardo el cosquilleo del agua helada del pozo en la garganta, y llevo tatuado en la palma de mis manos el aroma de las celindas y las azucenas que vestían de gala cada primavera la cuesta que llevaba hasta la casa de la huerta. Yo viví un sueño despierta.

El arroyo marcaba la frontera entre aquel mundo mágico y todo lo demás, cruzar el puente era el primer paso para zambullirse en otra realidad que iba más allá de un simple mundo infantil de juegos, era la vida plena colmando cada uno de nuestros sentidos, derramando sensaciones compartidas con aquellos a quien más quieres porque sí. Era un mundo desordenado dentro del más estricto orden que impone la naturaleza, podías correr, ensuciarte, mojarte la cabeza, tenderte en la hierba y hasta romper algunas normas.

Las estaciones eran la excusa perfecta para aprender el sentido y el por qué de todo lo que nos rodeaba, de todo lo que sucedía ante nuestros ojos ávidos de novedades. Éramos parte del ciclo de la vida que giraba en rededor de la mano de las leyes del tiempo que empezábamos a entender. La tierra era un mapa sediento tendido a nuestros pies que se bebía el agua que escapaba a toda prisa por un laberinto de regajos comunicados entre sí. Y en silencio, a horcajadas, casi a escondidas, podíamos escuchar el crujir de las matas que desperezaban sus brazos intentando alcanzar del cielo alguna nube huidiza.

A los ocho años ése, y no otro, era nuestro quehacer, observar para saciar nuestra curiosidad, atiborrarnos de olores, de tactos, de sabores, de colores, de emociones nuevas, …y jugar. Disponíamos de un sinfín de escondites, de rincones y árboles en donde crear y dar rienda suelta a la imaginación. No necesitábamos muñecas de goma ni coches a pilas, teníamos un arsenal de palos y piedras, hojas de níspero, nueces verdes redondas como pelotas, un laurel que subía hasta el cielo dentro del cual desaparecer, un automóvil de piedra en el que viajar todos cuando no tenía sábanas blanqueando en lejía, y un castillo con comederos debajo de la higuera que nos prestaban los cerdos justo después de San Martín. Teníamos un nogal gigante, un níspero con tronco en forma de y griega y una legión de granados puestos en fila cual ejército en formación. Y la sensación inolvidable de tomar la fruta directamente de los árboles.

La casa era perfecta para perderse y no ser encontrado durante horas, recuerdo una habitación pequeña en la que había montañas de sal que brillaba como cuando miras a través de un caleidoscopio con un simple giro de muñeca, atravesada por los rayos de sol que entraban por una diminuta ventana; era como entrar en el jardín de las nieves y tenerlo todo para ti. Arriba, tras los peldaños de una escalera de cal, había un granero que olía a maíz y trigo, a la derecha, una camarilla de techo bajo guardaba celosamente una vieja gramola cubierta de polvo que bien hubiera servido de inspiración al mismísimo Bécquer, “del salón en el ángulo oscuro”. En la casa no había tiempo para el tedio, subir al pajar de puntillas y notar bajo tus pies el crujir del suelo, salir al patio a espantar a las gallinas, esconderte en la piconera y salir con la cara tiznada de negro, escapar de la lluvia y ponerte a salvo en la cuadra hasta ver caer, por la ventana que daba a los rosales, muy lentamente, las últimas gotas de las hojas de la enredadera que daba sombra a la alberquilla. Recorrer los maizales, aquel mar infinito sin horizonte, y descansar alrededor de la chimenea tras batallar en nuestra pequeña patria sin bandera. 

Aquel rincón de la cocina nos reunía para el silencio y también para la fiesta, su recuerdo, cada año, me aviva con el chisporroteo de sus llamas, el verdadero sentido de la Navidad, cuando la familia engalanaba la mesa y no los platos más elaborados. 

Pero sin duda, el lugar principal, el epicentro, el punto alrededor del cual giraban los días azules en nuestro paraíso, era el recinto de la alberca. Los veranos se convertían en un punto y aparte en la monotonía de nuestras vidas de escuela, disciplina y horarios, cuando todos los caminos eran posibles y el mañana una promesa que nadie se afanaba en cumplir. Era tiempo de piel y de agua transparente. El sol sólo iluminaba el celeste de cada estío, nunca llegaba a quemar lo suficiente las lindes de la tarde, y el silencio se hacía utopía bajo la sombra de una parra. Por la noche, cuando el aroma de los jazmines se hacía más intenso y las sombras buscaban su sitio, un cielo oscuro, casi negro, desplegaba su seda de mago para que pudiéramos contar una estrella tras otra con la complicidad de la luna.

Sé que me faltan palabras para expresar todo lo que aquel lugar significó y aún significa en mi vida, las busco y no las encuentro, me afano inútilmente en hallar la expresión precisa, la frase perfecta para definir la atmósfera que nos rozaba en aquel paraíso, algo creado por no sé qué inmensa fuerza del universo y que sólo se siente en el lecho del alma.

Hoy, cuando paseo por las calles que un día fueron la tierra de mi paraíso, no veo aceras ni farolas ni casas, sólo consigo ver los escombros del lavadero y los muros derribados de la casa de la huerta. Pero me reconforta pensar que guardan el eco de mi párvula voz, y que existen huellas que aún reconocen mis pasos.


Nota: El texto ganó el segundo premio del VIII Certamen Literario de la Fundación Francisco García Amo de Nueva Carteya, y a ella pertenecen todos los derechos. 

lunes, 3 de junio de 2013

CON OTROS OJOS

"La amistad no conoce barreras ni de tiempo ni de espacio, y la distancia la mide no en kilómetros sino en ganas."
 


Ahora que sé el color de tu iris, que conozco el tacto de tu abrazo, que reconocería a kilómetros el eco de tu voz y me hice cómplice de tu risa, ahora digo, no hay distancia que nos abra el camino al olvido ni camino que no sea posible recorrer al encuentro.
Dicen que todos los días hay que recibirlos como algo especial e irrepetible, pero en realidad no siempre nos parece que exista un motivo por el cual señalarlos en el calendario, sin embargo yo siempre tendré enmarcado en el almanaque de mis recuerdos aquel fin de semana que me confirmó que no estaba equivocada, que el cariño cuando es sincero traspasa hasta los renglones del ciberespacio.
Desde esos días en que aprendimos juntas las esquinas de esta ciudad, las reconozco con otra luz, ya ves, esta ciudad nunca deja de sorprender, y ahora alzo la vista a los campanarios que antes ni sabía. Las calles que pateaba con la indiferencia de las prisas hoy me evocan la luz y el color de aquellos días, cuando rincón tras rincón eran presa para siempre de tus fotografías.

Ahora sé de la intensidad de las horas cuando se aprovechan segundo a segundo, no se hacen cortas, se hacen plenas, rebosan y se derraman hasta el dolor de tu reloj de muñeca, y todo llega a su fin. Despedirme de ti con un nudo en la garganta no me dejó soplarte todos los te quiero que me bullían al borde de una lágrima reprimida, quizá por eso, hoy, dejo caer las lágrimas porque te fuiste y me trago el nudo que me recuerda que tu abrazo no será físico y diario, y desde aquí te digo que me encantó conocerte y que si ya te quería, hoy te quiero más.

domingo, 5 de mayo de 2013

DOS MUNDOS


Qué no daría yo por empezar de nuevo 
A pasear la arena de una playa blanca 
Qué no daría yo por escuchar de nuevo 
Y esa niña que llega tarde a casa. 
Y escuchar ese grito de mi madre 
Pregonando mi nombre en la ventana 
Mientras yo deshojaba primaveras 
Por la calle mayor y por la plaza.

                                   Rocío Jurado  "Qué no daría yo"

Juntas en Fátima (Portugal)

Hay días en los que tienes la sensación de vivir en dos mundos al mismo tiempo y a la vez muy distintos entre sí, el de afuera y el de adentro. Hoy ha sido uno de esos días raros, y como cuando el sol sale y al poco se esconde detrás de una nube a reponer fuerzas para seguir vivo, yo he pasado de mi mundo de adentro al de afuera, huyendo hacia el exterior, como el sol, para seguir viva. 

Hay mundos que se presentan amables pero en realidad no lo son, te atraen hacia adentro, te succionan, y una vez te tienen agarrado el corazón, te dejan abandonado, solo, y no te queda más consuelo que lamerte las heridas y volver a recoger todos los cristales en que se rompió tu corazón, como la última vez, como siempre. 

Hoy traté de escapar, lo intenté antes de notar el primer crujido rebotando en las paredes internas de mi pecho, pero ya era tarde, ni siquiera tuve tiempo de encontrar una fotografía en la que las dos estuviéramos bien, serenas, juntas, para enseñarla y gritar al mundo que fuiste grande, mi guía, mi ejemplo único y mi verdadero sostén cuando las fuerzas dudaban. Que aunque estés lejos, te siento más cercana que a algunos seres que a veces tengo sentados a mi lado. Que te quiero, aunque eso ya lo sabes, pero hoy quería decírtelo de una manera muy especial, desde mi mundo de adentro, pero allí sólo encontré desamparo, soledad, y un silencio sólo roto por el crujido de los añicos en que se resquebrajaba mi corazón y un eco lejano que me recordaba que ya no estás. 

Ahora no sé si estoy en mi mundo de adentro o en el de afuera, aún ando recogiendo trozos y recomponiendo lo que hace tiempo dejó de ser un corazón intacto, entero, sin tiritas y sin mellas. A pesar de todo, la vida te regala de vez en cuando momentos, instantes indescriptibles, la sensación de que estás, da igual en qué mundo pero a mi lado, y que me permite decirte MAMÁ, TE QUIERO.


martes, 16 de abril de 2013

BUEN TIEMPO

"La maldad, justificada o no, argumentada o no, siempre se pierde en la ciénaga de su propia fealdad."
                                                               Ray Loriga "Ya sólo habla de amor"



No cabe en mi cabeza lo que llena la tuya contra la paz ajena. Tus motivos caen desnudos de razón al abismo del sinsentido si buscan mi mal, porque mi mal no curará el tuyo, sólo sirve para agrandar la pena y el dolor que nos rodea. 

Ahí afuera luce el sol sobre las cosas, los viejos árboles vuelven a ser novatos en esto de la primavera, y el ruido se vuelve a colar por las ventanas abiertas arrastrado por una brisa que gira sobre los tejados templados. La gente sonríe en una conjunción perfecta con la ciudad, tienen planes, son esas pequeñas cosas que dan sentido a la vida, pasear, charlar, compartir y hasta competir, buen tiempo para perder el tiempo corriendo al aire libre. Éste es el paisaje que nos regala la vida en abril, y hay quien ocupa sus días en engrisarlo todo, viciando el aire, mutilando almas y cercenando risas, en Madrid, Londres o Boston. 

Buen tiempo en abril para el miedo.

martes, 19 de marzo de 2013

UN DÍA COMO HOY

“Uno ha de aceptar con deportividad que se incumplan sus expectativas, porque en el fondo eso es lo único que le da chispa a la existencia.”
                                 Lorenzo Silva "El alquimista impaciente"



Cuando era pequeña no pensaba que alguien de más de treinta años pudiera ser huérfano. Esas cosas son cosas de niños, como las pupas en las rodillas o las mellas en las sonrisas de las fotos de la Comunión. Los años te sacan día sí y día también de los errores que creíamos a pies juntillas, arrastran tu inocencia y te ponen delante de las narices una cruda realidad tras otra. Y heme aquí, debatiéndome entre la negativa a ser huérfana a mis años y el rotundo silencio que retumba al otro lado del teléfono un día como hoy. 
Ya no hay llamadas, felicitaciones ni bromas un día como hoy, pero éste, y todos los días tengo un pensamiento para mi padre. Hay realidades que se aprenden cuando las vives en carne propia, y yo, que desde pequeña aprendí que las cosas se aprecian mucho más cuando se pierden, es ahora, un día como hoy, cuando esa certeza atraviesa mi alma cual rayo, calcinando mis ganas de revivir mi mundo con él. 

Nunca le hizo falta un regalo que no fuera el abrazo, el beso o incluso un baile entre bromas; quizá pedía lo más valioso, lo que no hay dinero que lo compre ni se exhibe en los escaparates de los grandes almacenes, lo que no todos tienen; y yo tengo la seguridad de que en ello atesoró una enorme fortuna, casi tan enorme como mi suerte por tenerlo a él como padre.


domingo, 3 de marzo de 2013

LA LEVEDAD DEL ALMA. BELMONTE.

“Si Belmonte fuera científico, sería psiquiatra. No esculpe, arranca emociones.” 
                                                                                               Matilde Cabello

Sólo hay que echar a andar. Violar la oscuridad celosa de una calle tras otra, dejar caer los pasos sobre los guijarros antiguos y colarse en una plaza olvidada tras la esquina precisa. Franquear el portón ávida de sorpresas y encontrarlas de tu mano sabia y tus pasos certeros.
Gracias C.









                                                                                           

jueves, 14 de febrero de 2013

LO QUE NUNCA VUELVE

“A los veinte años creía que el tiempo resolvía sus problemas: a los cincuenta tenía ya conciencia de que el verdadero problema era el tiempo.”
                                             António Lobo Antunes “Segundo libro de crónicas”



Un catorce de febrero abrí por primera vez los ojos y me vi con un mundo mágico en las manos del que desconocía que iría menguando hasta desaparecer. Entonces no era consciente ni siquiera de mi existencia, mucho menos de qué haría con aquel puñado de años que me tocaba vivir. Ahora puedo decir que mis recuerdos son testigo fiel de que no malgasté ni uno solo de aquellos minutos, que fueron muchas las personas que llegaron aunque sólo se quedaron las más importantes, y que algunas de las más queridas se marcharon de mi lado para habitarme el corazón hasta el final de mis días. 

Mentiría si no dijese que a veces me echo de menos, que me miro en los espejos y no acabo de reconocerme, que me busco y no me encuentro; aunque algo me grita desde muy adentro que las personas siempre son las mismas, a pesar de las formas redondeadas y las pequeñas arrugas de la risa en los ojos que te devuelve el otro lado, y que los años son testigo de ello, que no te cambian, sólo te echan una mano para relativizar lo que antes era un pesado y oscuro mundo sobre los hombros. 

Hoy me miro las manos, pero no sé leer la línea de la vida, y me da por pensar que el tiempo es cíclico y que sólo hay que esperar el regreso del punto justo de la esfera, quizá porque aún no me creo eso de que lo que se va nunca vuelve. 


miércoles, 23 de enero de 2013

BESOS SOPLADOS

"El día de hoy no se volverá a repetir. Vive intensamente cada instante. Lo que no significa alocadamente, sino mimando cada situación, escuchando a cada compañero, intentando realizar cada sueño positivo, buscando el éxito del otro, examinándote de la asignatura fundamental: el Amor. Para que un día no lamentes haber malgastado egoístamente tu capacidad de amar y dar vida".
                                                Robin Williams “El club de los poetas muertos”


Hoy me mandaba besos soplando sobre su mano generosa desde la pantalla de este ordenador. Vestía de pastorcilla, una falda azul y un pañuelo blanco sobre la cabeza la hicieron especial, distinta aquella Navidad entre un revuelo de faldas y pañoletas rojas que se movían airosas por los pasillos del colegio. 
Yo le hablaba y ella me soplaba sus besos antes de salir para el cole. Apenas unas palabras balbuceadas me recuerdan que no ha cambiado mucho su tono de voz, tampoco que desde siempre fue así de cariñosa y que muchos de sus besos se perdieron en el aire, olvidados por mis prisas y mis quehaceres. 

La observo con la curiosidad de un voyeur caminar por las habitaciones, ajena a una cámara que seguía sus pasos y sus gestos de niña, de pronto fija sus ojos negros en el centro de la pantalla y clava en mis pupilas la daga de la certeza de que nunca volverá. Que creció y no supe estrujar contra mi pecho hasta romperlo todos sus momentos, todas sus risas y todos sus llantos. Hoy me pellizca la boca del estómago la sensación de que dejé pasar muchos trozos de lo único, de lo que sólo me rozaría una vez en la vida de su pequeña vida. Hoy daría parte de lo que me ocupó por ocuparme de todos sus minutos hasta deshacer este nudo que aprieta mi sensación de fracaso. 
Ahora los años se asoman a la ventana oscura de su mirada como una interrogación. Estilizaron su talle y hasta alisaron los párvulos rizos de su pelo negro. Hoy sigue soplando sus besos sobre el aire que me roza, y yo los voy dejando caer en el abismo de mis prisas y mis quehaceres. 

Sé que ésta que es también se marchará enredada en el torbellino del tiempo, y llegará otra, con otro talle y otro pelo quizá, que veré marchar con el futuro dentro de una maleta. Y a mí me quedará todo el tiempo, sin prisa y sin quehaceres, para recoger del aire todos sus besos soplados. 


miércoles, 9 de enero de 2013

GOTERAS



“A veces sentimos que la vida es como nuestra letra.
 Ni nos gusta ni la entendemos.”
                   Andrés Trapiello     “El gato encerrado”


Qué difícil puede resultarnos a veces encontrar una explicación convincente a lo que nos ocurre en el fondo del alma, donde se gestan las emociones que nos atenazan. Las teorías pululan por mi cabeza, pongo en marcha la maquinaria de la lógica, pero al cabo me resultan una ecuación sin solución, con incógnitas que acaban en infinito, en la nada. Miro a la derecha, luego a la izquierda, y vuelvo a mirar a la derecha para comprobar que sigo lejos de entender nada. Un entramado de teorías ilógicas rebotando en las paredes de mi cráneo como un eco es lo único que parece mantenerse en movimiento en esta noche de insomnio para llevarme a concluir que los sentimientos son indomables, que escapan a nuestro control, que encuentran mil vericuetos por los que desaparecer a nuestros sentidos aunque no dejemos de sentir, una contradicción más, un juego de pilla-pilla infantil pero que esta vez juegan los adultos. 
Cómo hallar un por qué, cómo aceptar que las cosas han cambiado tanto dentro del tejido de la piel de una misma persona, quién ha cambiado, qué viento vino de incógnito y de un plumazo lo lanzó todo al espacio donde todo se hace invisible, donde todo parece arrasado. Qué dios o demonio nos apartó del camino. Expulsados. Lejos. Qué hacer con esta bola deforme que se instaló en nuestra garganta y nos asfixia. 

Las incógnitas no dejan de acribillar la parte gélida de mi cerebro, el eco del silencio mi única respuesta. El tictac de los relojes se vuelve lluvia en una eterna madrugada. Y las goteras de mi cabeza empapándome el corazón.

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