martes, 26 de enero de 2010

ISOBARAS EN LA THERMOMIX


"Dad palabra al dolor:
el dolor que no habla gime en el corazón hasta que lo rompe."
                                                       William Shakespeare


A veces noto que las tormentas se gestan en mi interior. Poco a poco, el cielo azul de mis globos oculares se torna griscasinegro. Las nubes algodonadas que salpican el envés de mi piel, se juntan en un siniestro aquelarre para transformarse en una enormenubenegra que se muere por romperse en todos sus pedazos. Un millón de amperios se conjuran en mis venas electrificando glóbulos y plaquetas que desprenden chispas con el roce de los órganos, en un viaje de ida y vuelta de los dedos de los pies hasta los dedos de las manos.

Y estalla. Todo estalla. El eco de los truenos se acomoda en mis tímpanos y resuena una y otra vez, como la última vez que el universo se rompió delante de mis ojos. De arriba abajo, decenas de zigzagueantes rayos iluminan mi esqueleto y van calcinando mis entrañas. Todo huele a quemado. El humo se extiende como la niebla sobre las aguas de un pantano, desde mi boca a la boca del estómago.

Hasta que empieza a llover. Y llueve hacia dentro, con la fuerza de un huracán. Agua pura que limpia rincones y arrastra las cenizas hacia los desagües en una espiral interminable.

Tras la tormenta… la calma.
Todas mis heridas cicatrizadas …hasta que se vuelvan a abrir.

Una y otra vez.


jueves, 21 de enero de 2010

¡VAYA UN SSSIPOTE!

“Me gusta la S que se escapa de unos labios
cuando me llaman corasón.”
                         César Torres


Nací en el centro geográfico de Andalucía. Allí donde la S se hace hueco en casi todas las palabras. Porque aquí, no hablamos el castellano de Castilla,… lo sssilbamos.

Soy de la tierra del seseo,… y con orgullo te lo cuento:

Mi abuelo sembraba  sebollas bajo las sombras de los siruelos y los seresos. Mi madre cantaba cansiones en la cosina entre vapores y casuelos. Mis hijos se dormían mesidos entre el vaivén de mis brasos y el silensio… Y yo, a veses, voy al sine de Lusena, el pueblo de la Virgen de Araseli.

Aquí los amantes se besan, se abrasan y se acarisian al compás de los latidos de los corasones.

Muchas veces intentaron ofenderme por mi acento. Pero no hiere quien por espada blande un laísmo, o el condicional cuando no existe condición. Sólo sentí dolor en los oídos. Ni más ni menos ofensa.

Con qué autoridad critica un pronombre descolocado el susurro de una S bien silbado.


lunes, 18 de enero de 2010

LA CUNA AZUL

 "La memoria puede cambiar la forma de una habitación y cambiar el color de un coche. Los recuerdos desvirtúan, son una interpretación, no un registro, y no importan si tienes los hechos".
                                                     Guy Pearce (Memento)


A mí, y a vosotros supongo, me pasa como a Unamuno, que no se acuerda del día de su nacimiento, o al menos así lo afirma en su libro “Recuerdos de niñez y de mocedad”.
Y al igual que el escritor bilbaíno, espero no tener conciencia tampoco del día de mi muerte cuando ésta tenga lugar.

A veces dudo de que mis recuerdos de niñez hayan sido sólo asimilados por mis propias vivencias, o diseñados y recolocados por los relatos y referencias de otras personas que vivieron la época.

Tengo recuerdos apilados por los rincones de la memoria que no sé cómo han ido a parar hasta allí. Tantas veces me contaron alguna historieta, que la fui dibujando y luego coloreando en la mente hasta que se hacía un sitio entre los recuerdos vividos en realidad. Como nos hacemos un claro donde colocar los pies en la bulla de una procesión o una feria.

Esto es justo lo que me pasa con el recuerdo del día en que mis padres decidieron sustituir mi pequeña cuna en la que apenas cabía, por una más grande y para mí muchísimo más fea, ¡dónde iba a parar!

Tenía sólo tres años, edad de la que es rarísimo acordarse de algo, y no paraba de llorar al ver que era un hecho consumado el cambio inhumano de cunas. Deambulaba de un lado para otro con la desesperación y la impotencia de quien es ignorado por pequeño, a pesar de tener razones de peso para convercer a los mayores de que estaban cometiendo un grave error.

Cómo pudo suceder, en un santiamén y delante de mis naricillas, desapareció la pequeña cuna de hierro azul y en su lugar había una enorme mole de barrotes de níquel, brillantes como la plata.

Nunca he presenciado en mi vida un truco de magia con mejor desarrollo y desenlace. Aún no llego a entender cómo David Copperfield no preguntó a mis padres cómo lo hicieron. Hubiera sido su mejor truco de desaparición.

No me recuerdo llorando por los pasillos y las habitaciones de la casa en busca de la cuna perdida, ni tampoco implorando a mi madre su restitución al lugar del crimen,… pero me veo y me oigo perfectamente, a pantalla plana, en estéreo y a todo color.


miércoles, 13 de enero de 2010

ELENA SIN H

                    “Eran sus cicatrices las que la hacían hermosa”.
                                                        “Ash” Mary Gentle



Tengo los ojos oscuros, como el color de la ropa que me gusta vestir. Reconozco que no me cuesta mantener una mirada, aunque a veces me escapo de reojo, por detrás de tu espalda. Cada vez lloro menos, y no me importa enseñar las pestañas húmedas, ni el blanco de los ojos rojo.

Mucha gente pasó a mi lado, unos me esquivaron, otros se quedaron, y alguno se quedó apartado en el margen de mi acera, como la pieza del caleidoscopio que no forma parte de la figura, esa figura de colores que soy y que cambia con un simple giro de muñeca.
Me mintieron, me adularon, me quisieron y me odiaron (en ello no pierdo el tiempo), pero todos dejaron una muesca en la madera del lápiz con que escribo. De todos aprendí, incluso de los que no me aportaban nada, o sí. De los fracasos se sacan buenas lecciones con que castigar los hombros.

Cada vez me quiero más, y me mimo, porque todos mis años se enredaron en los rizos de mi pelo, a veces aplastando el hemisferio del cerebro que administra los afectos.
Al final le tomé cariño a mi cuerpo, son muchos febreros soportando todo el peso de mis miedos, mis alegrías y mis complejos. Hasta aquí me trajo, a la hora en que la vida se ve mucho mejor de lejos.

viernes, 8 de enero de 2010

TAL PARA CUAL

DEDICADO A MARÍA, QUE TRAJO EL AMOR A QUIEN TANTO QUIERO.

“Nací cuando ella me besó, morí el día que me abandonó, y viví el tiempo que me amó”.
             Humphrey Bogart “En un lugar solitario”



A veces, cuando menos te lo esperas, la vida da media vuelta a tu reloj de arena antes de que haya caído el último grano de su tiempo. Y todo vuelve a empezar, desde cero y con todas las sorpresas de lo nuevo.

Frases viajeras que recorrían kilómetros de ilusiones y volvían con incertidumbres y miedos. Palabras aladas que se hicieron cada vez más conocidas, …y queridas.

Porque el amor que crece y toma fuerza, traspasa la larga distancia y diluye el tiempo tardío. No encuentra freno ni dique que lo retenga, como el agua de las riadas que se derrama por los campos sin remedio, a toda prisa.

Así llegó a su vida, entre ruidos de trenes y murmullos de viajeros con mochilas por los andenes.

Emprendieron el camino, de los días futuros y del Santo que los bendijo. Días de llagas en los pies y besos, de cansancio y amor del bueno.

Desde entonces comparten sus vidas, sus sueños y sus acentos. Nunca sonó mejor el andaluz mezclado con gallego, ni las palabras carteyanas con el deje de Marín.

Sabemos que el destino a veces se equivoca, disimula y nos enreda en la mentira; en este caso acertó de pleno. Nadie pensaba que de tan lejos vendría tal cariño y tal ternura.

Nadie como ella su mejor complemento, su compañera cómplice y leal, la mujer para un hombre bueno.

Y para mí, una amiga… una hermana.


lunes, 4 de enero de 2010

UN ÁNGEL DESANGELADO

“No es fácil sobrevivir a la infancia, aunque uno salga vivo de ella”
                                 Ángela Vallvey “Muerte entre poetas”


Siempre fue muy especial para mí la noche en que llegaban los Reyes Magos. No tanto por los juguetes que esperaba me trajesen, como por la ilusión en todos a mi alrededor.

Mantenía un nudo en el estómago durante todo el día a la espera de una noche mágica, como de cuento de hadas, en la que unos reyes de mundos lejanos salían del cuento y nos visitaban, y nos regalaban juguetes tan sólo por no haber sido “malos”.

Aquel año me vistieron de ángel anunciador a los pastores en el Nacimiento viviente del colegio. Después de la función, mi madre guardó la túnica azul y las alas blancas para el día de Reyes. Una de las carrozas guardaba un sitio para mí.

Y llegó el día cinco de enero, la cabalgata estaba a punto de salir para recorrer las calles del pueblo, y lo mejor era que yo estaría al lado de Melchor, de Gaspar o de Baltasar.

Recuerdo que ya había caído la noche, todo estaba demasiado tranquilo y apresuré a mamá para que me atara bien las alas a la espalda debajo de la túnica. Pesaban un mundo, pero no me importaba. Los nervios me agitaban por dentro.

Salí corriendo de mi casa al recinto del cual salía la cabalgata. No encontré a nadie por la calle. No había niños, y me extrañó, -¿sería temprano?-, pensé.

Corrí con la túnica arremangada hasta las rodillas, hacía frío pero yo sudaba. Parecía no tener fin aquella calle oscura.

Al fin, con la respiración entrecortada llegué al lugar. Ante mis ojos incrédulos se alzaba una enorme cancela de hierro gris. Agarré los barrotes con las manos y sólo alcancé a ver la oscuridad del interior. No podía ser, la cabalgata ya había salido, …sin mí.

De pronto sentí un golpe seco en el corazón y el sabor amargo del desengaño en el cielo de la boca.
En ese momento supe por primera vez lo que son las ganas de morir.

Aquella noche fría y oscura, un ángel azul deambuló por las calles vacías de Nueva Carteya.
Tenía ocho años.

sábado, 2 de enero de 2010

...SÓLO CON SOÑAR

Te dejaré estar en mis sueños si me haces un sitio en los tuyos.
Bob Dylan “Talkin´ World war III Blues”


Hoy ha sido uno de esos días en que me levanto dando traspiés. Ando por la casa como un zombi que entra en las habitaciones de pura chiripa, topando con el marco de las puertas y arrastrando los pies como quien lleva el peso del universo encadenado a los tobillos.

Tengo la mente configurada en la posición de bajo consumo y ni una jeringa de café solo inyectada en vena, lograría espabilarla del todo y traerla al mundo de los despiertos.

Será porque hace un tiempo que no duermo lo suficiente y mi cuerpo me pasa factura todo el día.

Las horas que estoy en la cama, las paso en un eterno duermevela provocado por el tiovivo de preocupaciones que me llevo a la cama. De cualquier insignificancia creo un mundo de nubarrones que giran y giran en mi cabeza dejándome horas enteras en un estado de semi-sueño, como un ordenador en stand by.

Ya sé, sólo son preocupaciones sin importancia, que sólo me desvelan a mí, ni siquiera merecen el nombre de problemas, porque en realidad, no lo son, y tampoco me parece justo molestar a los demás con mis neuras, al fin y al cabo, todos tenemos nuestros propios desvelos, íntimos y personales.

En esos momentos de tenaz vigilia, en los que las sábanas caen como pesadas losas sobre mi cuerpo, y la cama parece engullirme como una flor carnívora devora a un despistado insecto, sólo me gustaría acabar abrazada por Morfeo, como los niños que esperan los brazos de su madre tras una rabieta.


…Y soñar.

Soñar que mis enredos se deshacen como los nudos en la cuerda de un mago. Que mis angustias se sumergen en el mar del sosiego. Que mi tiovivo ralentiza su velocidad y gira al compás de unas notas musicales relajantes. Que la pieza perdida aparece para completar el puzle.
… Que las nubes poco a poco se desvanecen despejando mi cielo, y que aparece un sol brillante por la línea del horizonte, iluminando lo que ayer se me tintó de negro.


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