Guy Pearce (Memento)
A mí, y a vosotros supongo, me pasa como a Unamuno, que no se acuerda del día de su nacimiento, o al menos así lo afirma en su libro “Recuerdos de niñez y de mocedad”.
Y al igual que el escritor bilbaíno, espero no tener conciencia tampoco del día de mi muerte cuando ésta tenga lugar.
A veces dudo de que mis recuerdos de niñez hayan sido sólo asimilados por mis propias vivencias, o diseñados y recolocados por los relatos y referencias de otras personas que vivieron la época.
Tengo recuerdos apilados por los rincones de la memoria que no sé cómo han ido a parar hasta allí. Tantas veces me contaron alguna historieta, que la fui dibujando y luego coloreando en la mente hasta que se hacía un sitio entre los recuerdos vividos en realidad. Como nos hacemos un claro donde colocar los pies en la bulla de una procesión o una feria.
Esto es justo lo que me pasa con el recuerdo del día en que mis padres decidieron sustituir mi pequeña cuna en la que apenas cabía, por una más grande y para mí muchísimo más fea, ¡dónde iba a parar!
Tenía sólo tres años, edad de la que es rarísimo acordarse de algo, y no paraba de llorar al ver que era un hecho consumado el cambio inhumano de cunas. Deambulaba de un lado para otro con la desesperación y la impotencia de quien es ignorado por pequeño, a pesar de tener razones de peso para convercer a los mayores de que estaban cometiendo un grave error.
Cómo pudo suceder, en un santiamén y delante de mis naricillas, desapareció la pequeña cuna de hierro azul y en su lugar había una enorme mole de barrotes de níquel, brillantes como la plata.
Nunca he presenciado en mi vida un truco de magia con mejor desarrollo y desenlace. Aún no llego a entender cómo David Copperfield no preguntó a mis padres cómo lo hicieron. Hubiera sido su mejor truco de desaparición.
No me recuerdo llorando por los pasillos y las habitaciones de la casa en busca de la cuna perdida, ni tampoco implorando a mi madre su restitución al lugar del crimen,… pero me veo y me oigo perfectamente, a pantalla plana, en estéreo y a todo color.
Hola Elena, los recuerdos pueden engañar a veces y las palabras tergiversadas pero no las imágenes. Cuando ves la película amiga no hay engaño. Te creo cuando dices que te aferraste a tu cuna. Yo misma tengo recuerdos de los tres años. Son cosas que nos impactaron en su día y se quedan en la trastienda de nuestra memoria. De golpe te hicieron mayor cuando aún tu querías seguir siendo bebé. Muy bella la metáfora de la magia.
ResponderEliminarBesos
Hola Elena!! No recuerdo mi nacimiento, pero tengo imágenes como flashes que deben ser de mis primeros años. Me causa gracia imaginarte a pantalla plana, en estéreo y a todo color.Me solidarizo con vos amiga, cómo te van a cambiar la cuna!!Jajaja
ResponderEliminarUn hermoso relato lleno de ternura.
Besosssssss
Qué máquina de MEMORIA guardas, dña. Elena. Es increible y además muy bonito.
ResponderEliminarLos recuerdos de mi infancia más bebé sólo alcanzan a cosas desagradables como las de estar en la calle queriendo entrar en mi casa y no llegar al timbre y sin nadie que me pudiera ayudar.
Ahhh, se me olvidaba decirte que llevaba días sin poder hacer comentarios aquí y en el Blog de Javier POl con mi ordenata de Windows-7, y que hoy he conseguido averiguar la cuasa : el firewall me lo impedía, y es porque la zona de comentarios es como un anexo de publiciad y el maldito firewall cortaba todo paso a posibles banners o zonas publicitarias.
TE LO CUENTO por si te pasa alguna vez.
Lo más vivido y sentido que guardo son recuerdos de la edad de 9 a 10 años en que, en aquella época, nos metian en un internado de curas para iniciar el bachillerato.
Era porque sólo en las capitales se podía hacer el bachillerato y a los de la provincia nos mandaban internos a estudiar. Qué tristes y duros tiempos aquellos, que no olvidaré nunca.
Precioso relato como todos los tuyos.
En la mente humana, en especial de muchos, hay una especie de protección que hace olvidar las cosas duras para no sufrir. Pero otras teneís grabado todo. Yo no sé si de 0 a 9 nueves años lo pasé bien o mal. No recuerdo nada.
He observado que mucha gente que ha tenido graves desgracias en poco tiempo, y ya en edad madura, son muy propensas a caer en el ALZHAIMER, y siempre he pensado que es para no recordar y sufrir por lo pasado.
Katy, este hecho lo tengo en la memoria porque mi madre me lo ha contado muchas veces.
ResponderEliminarNunca llegué a ver cómo cambiaron la cuna a pesar de que yo estaba presente. Y cuando se lo digo a mi madre se "mea de la risa" y me dice que la cambiaron en un descuido mío. No sé si creerlo, o en realidad hicieron magia.
Besos.
Eso digo yo Gabriela, con lo bonita y lo chiquita que era esa cuna, jajaja... Y en su lugar me plantaron una enorme y fría.
ResponderEliminarpero lo que no llego a entender es cómo hicieron desaparecer la cuna delante de mis narices y sin enterarme.
Besos.
Seguro, Elena, que tus padres hicieron magia al cambiarte la cuna. Los padres siempre son para los niños unos maravillosos magos que lo pueden todo. Lo malo era cuando pedías a los "Magos" un piano de verdad y te regalaban uno de juguete; entonces se rompía un poco la magia, pero duraban muy poco los lloros y fustraciones.
ResponderEliminarUn abrazo.
Amigo Tellagorri, si de algo puedo presumir es de memoria. Poseo la cualidad de acordarme de las cosas al detalle. Puedo decirte el color de los zapatos o del jersey que llevaba alguien el día que lo conocí, o lo que dijo textualmente.
ResponderEliminarSin embargo soy un verdadero desastre a la hora de orientarme por las calles de una ciudad.
Tenían que haber sido muy tristes esos años de internado, sin embargo seguro que guardas algún buen recuerdo.
Dicen los expertos en psicología infantil, que no es normal acordarse de las cosas que suceden antes de los cinco años. Por eso digo yo que muchos de nuestros recuerdos, lo son porque nos los han contado.
Besos de esta Elena "no troyana".
Fernando, fue magia seguro.
ResponderEliminarYo no me moví del lado de mis padres y no entiendo dónde metieron la dichosa cuna.
Ahora dice mi madre que, como era tan pequeña, la cogieron y en un momento la metieron en la despensa, jajaja
Cómo iba yo a imaginar que la cuna estaba en la despensa, jajaja...
Un beso.
Recuerdos... mis recuerdos son cuando me abrí la rodilla jugando al fútbol, o cuando me clave un destornillador en el tobillo jugando vete a saber que, salir corriendo por destrozar cristales con un balón, aguantar las broncas de mi abuela por llegar con barro hasta las orejas en aquella lluviosa tarde de primavera...
ResponderEliminarJo, me estoy dando cuenta que fui un bicho de cuidado (bueno eso ya lo sabia), quiero pensar que cuando nací le dí un buen puñetazo al médico que me atizo en el culo (mi madre me dijo que se me oía llorar a kilómetros, mi madre que es muuuu exagerá).
Un beso guapetona y muuuuchos recuerdoooos
Ayyyy...Javier, qué bichillo más malo!!
ResponderEliminarBueno, lo del destornillador lo puedo entender, tú te veías el tobillo flojo y pensaste "esto lo arreglo yo", y claro, se te fue la fuerza...y...
Yo no pude darle un puñetazo al médico cuando nací porque yo vine al mundo en la cama de mi abuela, en mi pueblo, y cuando llamaron a la matrona, yo ya estaba en el mundo.
Ay....recuerdos...
Otro besote para ti.
Por cierto yu madre ¿es andaluza? lo digo por lo de exagerá, jajaja...
Elena...
ResponderEliminarBendita la memoria que tienes, reina, porque ya te acuerdas mucho más que yo. Has descrito ese momento de tu infancia con sencillez y hermosura. Bravo.
Besos
Gracias Félix, que Dios me conserve la memoria por muchos años, jajaja...
ResponderEliminarUn beso.
Explicas muy bien cómo los recuerdos de la niñez se van recomponiendo como un puzle al que le faltaran piezas y nosotros las fabricáramos para poder hilar las historias con coherencia. Alguien dijo alguna vez: "¿Por qué será que siempre recordamos lo que nunca pasó?". Hay mucho de verdad en esta frase. Los recuerdos son a veces un viejo óleo que hemos restaurado con primor.
ResponderEliminarBonita entrada.
Un abrazo.
Hay Elena me has hecho recordar a mi Ñam.. un trapito que usaba para dormir... y creo que me puedo escuchar.... tmb.. Estos padres que tienen la manía de no preguntar.. vdd? jjaja Besos!
ResponderEliminarQue va mi madre es gallega, lo que ocurre es que con tanta andaluza que conozco ya, pues se me pega el "asento" jajajajajaja.
ResponderEliminarMercedes, has captado perfectamente el sentido que quise darle al texto.
ResponderEliminarA veces sabemos y vemos que nuestra habitación era rosa, por ejemplo, porque nos lo contaron y así lo asimilamos, no porque nosotros tengamos el recuerdo del color de dicha habitación.
Un beso.
Eso mismo, Zully, qué manía de hacer y deshacer sin preguntar.Jajaja...
ResponderEliminarUn beso guapa.
Javier, no se te podía pegar un acento más bonito, hablo del seseo.
ResponderEliminarNo veas lo bien que suena CORASÓN con ese.
Besiños.
Jeeeee, cuñada...pregúntale a ese peiza que tienes por marido que si recuerda de qué color era su cuna.... yo la recuerdo perfectamente, la heredé tres años después y era de hierro color azul. Casualidades....
ResponderEliminarY me recuerdo a mí misma durmiendo en una cama mueble a los pies de la cama de mis padres...y a mi hermana pequeña dueña entonces de la que fue nuestra cuna azul...
Jugábamos los tres hermanos a saltar desde la cuna -que era una barca- al inmenso "mar de matrimonio".
Por aquella época fue cuando se tragó la peseta...pregúntale, anda, pregúntale....jeeeee.
A veces me pasa igual... te han contado tantas veces una escena que ya no sabes si forma parte de tus recuerdos o de los de otros....
Besosssssssssssssssssss
¡ Ay Elena! me has recordado a mí misma. El día que mi cuna desapareció, me tiré horas buscándola. Y cada vez que salía a la calle miraba en las papeleras. Incluso ese año, pedí mi cuna a los reyes, pero en su lugar me trajeron la Nancy galáctica. Si es que, donde hay patrón...
ResponderEliminarPor cierto, no se cuando nacería Unamuno, pero soy de Bilbao, y te diré que la casa en la que nació estába justo pegadita a mi colegio. Exactamente en la Calle Ronda del casco Viejo.
Mil besitos!!!
Ana, antes lo heredábamos todo o casi todo, jeje
ResponderEliminarLo de la peseta lo sé, pero haré que me lo recuere otra vez, ¡mira que el niño...!
Pues sí, algunas veces tenemos recuerdos que son tales porque siempre nos los contaron, no porque en realidad los recordemos.
Besos.
Querida Silvia, qué ternura imaginarte buscando tu cuna en las papeleras.
ResponderEliminarY qué poco cálculo el de los Reyes con la Nancy Galáctica. ¡A quién de le ocurre!
Seguro que estudiar al lado de la casa de Unamuno te ha dejado buena huella.
Un beso enorme.
Pobe niña, te me imagino lloriqueando buscando tu cuna. Qué mona!! Seguro que si tus padres te la cambiaron era mejor que la que tenías.
ResponderEliminarAhora que te leo no tengo ni idea de cómo era mi cuna, mmmmmm tendré que preguntar a mi madre.
Qué memorión, niña!! O como tú dices a base de repeticiones dibujas imágenes.
Mis recuerdos de niña los tengo más vivos en la calle jugando, debía ser yo muy callejera.
Un beso, Elena.
Emibel, tengo mucha memoria, pero el color de la cuna no se me pudo olvidar porque hasta que me marché de la casa materna, la he visto en el desván.
ResponderEliminarPor cierto, era muy chiquitita, la cuna digo, jaja...
Yo también he sido muy callejera, imagino que como todos los que nacimos en los años sesenta y encima en un pueblo.
Besos apretaos.
A veces tenemos imágenes en nuestra mente, frase y situaciones que nos traen recuerdos, pero no con claridad, de tal manera que no sabemos si son vividos, contados e incluso soñados o imaginados, pero todos ellos forman nuestra vida al paso de los años.
ResponderEliminarTienes tan claros esos recuerdos que a pesar de que dices que eres de relatos cortos, seguro que tendrías para escribir un libro enterito.
Sigue compartiéndolos con nosotros, los que te leemos te lo agradecemos, porque nos haces vivir los nuestros propios.
Un beso con mucho cariño.
UY Cordobesa, sólo me faltaba escribir las andanzas y recuerdos de una carteyana en apuros, jjjaaaajajajaja...
ResponderEliminarGracias por ser tan generosa conmigo, y por pararte a leer mis cosillas, no sabes cómo te lo agradezco.
Te mando otro beso con todo mi cariño.
Yo también tuve una cuna azul, pero la mía era de madera, y curiosamente mi único recuerdo de ella transcurre en una siesta de verano.
ResponderEliminarEra 30 de Junio, día de mi cumpleaños, y lo sé porque mi madre había encargado una tarta (de aquellas de merengue que traían de Baena... ummmmmm ¡qué ricas!).
Bueno, el caso es que mi madre me acostó a dormir la siesta en espera de la hora de la fiesta, que sería por la tarde.
Yo estaba demasiado emocionada para poder dormir, y sólo asnsiaba levantarme, pero claro... mamá había dicho que a dormir, y era a dormir, o por lo menos a permanecer acostada.
Me pasé la siesta mirando aquellos barrotes azul cielo, sin sueño ninguno.
No sé qué edad tendría, pero debía ser muy pequeña, ya que aún cabía en la cuna.
A nosotros (me refiero a mí y a mis cuatro hermanos) no nos cambiaban la cuna por otra más grande. Todos tuvimos la misma, y cuando nacía el siguiente niño, el mayor pasaba ya a una cama.
Mi hermano pequeño es 4 años menor que yo, así que aquel día yo debía tener menos de 4 años, pero recuerdo aquello perfectamente.
En cuanto he leído el título de tu entrada, me ha venido de nuevo a la mente.
Bueno, que te dejo, que voy a ver si me inspiro con... ya sabes qué.
Besitos.
Sí que es curioso eso de los recuerdos de niñez. Yo lo he pensado muchas veces, y estoy convencido de que sólo recuerdo lo que me han contado y lo que he visto después en fotografías y películas.
ResponderEliminarUn beso.
Siempre me he preguntado cuanto hay de verdad en un recuerdo. Cúanto hemos añadido consciente o inconscientemente. Cúanto nos contaron y completamos. Hay edades, por tempranas, en las que los recuerdos tienen poca fidelidad. Pero las sensaciones, no tienen edad y de ahí procede tu vivencia. Quizás el cambio de cuna a cama representó para tí, la perdida de ese estado feliz de prepotencia que tiene el bebe y el niño pequeño y el inicio de entrada al mundo adulto...tres años, a esda edad se incia practicamente la socialización y quizás en eso radica tu recuredo-vivencia.
ResponderEliminarUn beso, me alegro de poder estar por aqui, leyendo estas maravillas
¡Vaya Adelaida! parece que por entonces sólo había cunas azules, supongo que así servían para niños y para niñas, jajaja...
ResponderEliminarTe imagino toda la tarde mirando esos barrotes azules, qué manía de acostar a los niños por la siesta, y a la fuerza.
Bueno, espero que te hayas inspirado en... lo que tú sabes, jeje.
Besos.
Tawaki, yo creo lo mismo, tenemos recuerdos que se van perfeccionando en detalles gracias a las veces que nos hablan de ellos.
ResponderEliminarGracias por estar siempre.
Un beso.
Mª José, a lo que has dicho, yo, chitón.
ResponderEliminarQué le voy a decir yo a la experta, jajaja...
Gracias por tus visitas.
Besos guapa.
Llegué a tu blog gracias al de Tawaki, pinché y me sentí identificada cuando llorabas sin remedio por tu cuna.... Yo por una muñeca de trapo grandota que aún recuerdo hoy.... Me dolió tanto no poder encontrarla más.... que me ví reflejada en tu relato...Perdona mi llegada tú puerta estaba abierta...Un saludo
ResponderEliminarAy, niña... Yo el disgusto lo tuve cuando nos trasladamoa a l'Hospitalet.
ResponderEliminarImaginate que me crié en una casa con porche, huerto y terrado.
Y a los cinco años, ¡zas!, me encerraron en un piso asfixiante, sin árboles a los que trepar. Sin conejos a los que robar las zanahorias. Sin alfalfa fresca para aspirar su delicioso aroma.
¡Menuda estafa!
Yo sí que me acuerdo de todo. El primer recuerdo fechado es del día que cumplí un año, pero sé que otros, aun sin fecha, son anteriores a esa edad.
Me encanta lo que cuentas.
Besosssssssssssssss
Dicen que poder disfrutar de los recuerdos de la vida, es vivir dos veces.
ResponderEliminarYo recuerdo cunas de todos los colores y modelos!!!.
En casa, no había una cuna..., había varias!!. Ya me dirás..., en 5 años, 6 críos!!!!.
En mi recuerdo permancen 3cunas. Una era niquelada y bastante grande. Ésta estaba en casa de los abuelos. Solía acostarme la primera por ocupar la cuna y creo que salí de ella poco antes de la Comunión; recuerdo dormir en ella en posiciónn fetal para no darme con aquellos barrotes niquelados en los pies.
Otra que recuerdo era una de madera. Fea era de cojones...!!, parecía una caja de zapatos, pero la recuerdo con mucho cariño. Mis hermanos (gemelos) se encargaron de ella!!.
Y la última era una cuna-corral tallada de madera. Ésta era preciosa y aún ronda por ahí.
Ásí pues, lo que mejor recuerdo y creo es el recuerdo más veterano que tengo, es el primer día de guardería (3 años).
Lo recuerdo todo perfectamente..., recuerdo el lugar, recuerdo a las profesoras (que eran unas monjitas) y sobre todo, recuerdo aquellas flores de pensamientos que había en los laterales de la puerta de aquella guardería. Recuerdo su perfume..., sus vivos colores..., todo se me quedó grabado en la mente y es como si lo estuviera viendo y viviendo ahora mismo.
AAyyyyyyy, los recuerdos!!!. Gracias por hacerme recordar, amiga Elena.
Un abrazo.
Ángela, de buen sitio vienes.
ResponderEliminarVen cuando quieras, las puertas de este callejón siempre están abiertas para la buena gente.
Un beso.
Leona, es terrible sacar a un niño del campo para meterlo en un piso. A mí me lo hicieron con tres años, pero me pasé la infancia del piso a aquella huerta y de aquella huerta al piso.
ResponderEliminarTú ves, a mí nunca me dio por correr detrás de los animales, me da miedo de todos, y eran ellos los que corrían detrás de mí, jajaja...
Un beso Leona guapa.
Lola, tus recuerdos deben de ser muy variados por la cantidad de sitios en que viviste de niña.
ResponderEliminarPues sí que tenía que haber cunas en tu casa con cinco niños casi de la misma edad.
He oído alguna vez, que los niños que mejor se crían son los del montón, jajaja...O sea, todos a la vez.
Recordar es bueno, nos ayuda a entendernos mejor a nosotros mismos.
Un millón de besos.