lunes, 28 de septiembre de 2009

EN EL CARCHENA

Debajo de un pequeño puente pasaban las escasas aguas del Carchena, arroyo de juegos y travesuras de niños más que preocupación del Atlas Hidrológico de España.
Era inevitable salir del colegio por la puerta del Callejón, pasar a la vera del Carchena y no pararte a asomarte o, lo que para mamá era peor, no meterte a explorar...

…Atravesar selvas de cañizos empuñando una espada robada a cualquier olivo… saltar a la otra orilla sin mojarte… descolgarte por el puente al grito de Tarzán… correr tras las ratas que huían cloaca adentro…
Alucinaba seguir el curso del agua y aparecer en el confín del mundo donde se encontraba el Templo Sagrado del pueblo, o sea, el lavadero de la Fuentecilla abandonado en el que se juntaban las mujeres a blanquear la ropa muchos años atrás.


…Y pasó inmisericorde el tiempo…y demolieron el lavadero…y ocultaron el Carchena en una bóveda de hormigón sepultando en sus entrañas cientos de tesoros y corsarios en su búsqueda, exploradores y faraones, princesas y ogros…juegos, canciones y cuentos…



sábado, 26 de septiembre de 2009

TODO GIRA



Alguien muy cercano a mí, siempre dice que "todo rueda, el cielo a veces es el suelo... y el suelo a veces es el cielo". Sabias palabras cargadas de razón.


Y es que en la vida todo va y viene, todos los acontecimientos tienen el mismo camino con dos direcciones, una de ida y otra de vuelta.

No hay llanto sin risa, pena sin alegría ni dolor sin gozo.

 Todo sentimiento tiene sentido por la existencia de su contrario y, a veces, la nube más alta baja convertida en densa niebla al suelo que pisamos uniendo cielo y cieno.

…Y todo rueda, los dos extremos de la vida se estiran en una curva imposible para darse la mano y formar un círculo perfecto.

jueves, 24 de septiembre de 2009

À CORPS PERDU








Para Ana Torres con mi agradecimiento

Hoja en que escribo mi nombre,
tú me sobrevivirás,
qué es, ¡ay!, la vida de un hombre,
cuando un papel dura más.
                   Juan Eugenio Hartzenbusch.


                                          
                        No sé si fue ese acento que tanto me costó reproducir en mis años de instituto o ese piano que martillea inmisericorde la melodía, pero la canción se colgó a mi corazón como naúfrago que se agarra a su tronco de la vida.



Después de conocer el porqué de su desgarradora letra, no puedo dejar de escucharla y hacerme reflexiones sobre lo cruel, injusta y traidora que puede llegar a ser la vida.
Por qué una cosa tan vulnerable como un cuerpo guarda algo tan fabuloso y valioso como un alma.
Por qué algo tan frágil atesora pensamientos, memoria y sentimientos.



A cuerpo perdido sólo cabe vivir en el alma, y en su alma vive la voz de un ángel.
Gregory Lemarchal murió con veinticuatro años.

martes, 22 de septiembre de 2009

DE CÓMO HEMOS CAMBIADO

Hemos estado tan ocupados en dar a nuestros hijos lo que no tuvimos que hemos olvidado darles lo que tuvimos.

Dándole vueltas a la crisis y en cómo hemos llegado a ella, mi pensamiento ha volado al tiempo de mis abuelos.
No sólo tenían lo imprescindible para vivir sino que también tuvieron que sobrevivir a una terrible y fratricida guerra.



Como rutina, el trabajo incansable.
Como principios, el respeto y la unión de todos los miembros de la familia.
Con los años, mis padres consiguieron, siempre gracias al esfuerzo y al trabajo, ciertas comodidades sin las cuales hoy en día no se concibe una casa en la que vivir.



Recuerdo la primera lavadora no automática que hacía girar la espuma hasta que se salía al suelo y el primer televisor en blanco y negro que nos reunía todas las noches de los viernes a toda la familia para ver el un, dos, tres.
Todo un acontecimiento fue el día en que no había que calentar el agua en una cuba de zinc para bañarnos porque ¡ya teníamos termo!



Siempre se esforzaron por darnos lo que ellos no tuvieron y siempre nos inculcaron algo tan sencillo de entender como que "nadie da duros a pesetas" y "al que algo quiere, algo le cuesta".
Ahora, a nosotros, nietos de aquellos abuelos que pasaron tantos apuros, nos ha tocado vivir los años de la ostentación y la mentira.


Hemos pasado del "todo se consigue con el esfuerzo y el trabajo" al "porque yo me lo merezco".
Nos hemos hipotecado de por vida por una casa que en realidad no podemos pagar, tenemos la pantalla plana más grande que quepa en el mueble y si no cabe, compramos otro mueble, y no nos conformamos con cualquier coche que valga menos que el del vecino del quinto.


Nos hemos creído los Reyes del Mambo y lo peor es que nadie nos avisó de que en realidad vivíamos una mentira y que somos una simple gota de agua en el mar.

lunes, 21 de septiembre de 2009

DONDE HAS SIDO FELIZ


A todos nos gusta recordar...

Recordar es volver a vivir aquellos momentos y lugares que nos hicieron sentir y nos hacen soñar.
Cierto es. Pero para revivir aquellas sensaciones, nada mejor que rebuscar en el baúl de los recuerdos, cerrar los ojos y volar...

Retornar al lugar físico de aquellos años buscando nuestro ayer, provocará en nosotros la desilusión y la sensación de que el tiempo se ha burlado y nos muestra otra realidad que no tiene nada que ver con aquélla que tenemos idealizada en la memoria.

Desandar los caminos viejos no nos devolverá la habitación, la casa ni el niño que fuímos.

Como dice Sabina en su canción "al lugar donde has sido feliz no debieras tratar de volver".

domingo, 20 de septiembre de 2009

ATRAPADOS EN EL CALLEJÓN DE LA PRISA



Dicen que cuando te preguntas si eres feliz, es porque empiezas a dejar de serlo.
Buscar respuestas a todo lo que hacemos, ahoga, y tanta pregunta sin respuesta lógica, desespera.
Somos presos del paso de las horas, de los minutos y los segundos,...de los años.
Vagamos por el mundo cual marioneta corriendo al compás de las agujas del reloj, robando horas que no existen y minutos para una vida que hemos dejado de vivir.

Lo sé, hubo un día en el que firmé un pacto secreto con la vida que me hace correr para satisfacerla. Y ese día existe en el calendario de cada uno de nosotros.
Amaneció con niebla espesa, de esa que no te deja ver el otro lado. Atravesé el umbral del jardín donde no existía el tiempo y aparecí en el callejón de la prisa.
Aquellas interminables tardes de juegos y cuentos se fueron de la mano de los años de la inocencia.
Ahora no hay tardes ni mañanas, sólo segundos que desaparecen sin dejar rastro. Como si nada.



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