domingo, 28 de marzo de 2010

EL NIÑO DE MIS OJOS

Han pasado dieciséis años...y parece que fue ayer.

“Tus defectos como hijo son mi fracaso como padre”.
                                        Richard Harris “Gladiator”


El día en que nació no estaba previsto tal acontecimiento. Estábamos en plena Semana Santa y el ginecólogo planeó el día en que mi hijo vería la luz por primera vez. Supongo que para evitar que el niño le fastidiase unas vacaciones merecidas. Debe ser agotador andar todos los días con las estadísticas de natalidad a cuestas.

No es de extrañar que aquella criatura aterrizara en este mundo mostrándonos su primer enfado con toda su energía. Tras una batalla de fuerzas enfrentadas y manos apretadas hasta el dolor, por fin lo tuvimos en nuestros brazos, moradito de frío y pidiendo a gritos algo templado que llevarse al estómago. Aquel niño no venía del cálido útero materno, llegaba del frío y la hambruna de los años de la posguerra, con la cartilla de racionamiento extraviada.

Pero como no hay mal que cien años dure, mi hijo entró en calor y perdió aquel apetito devorador. Y creció. Tanto, que hace años que le hablo mirando hacia el techo.

A veces lo miro cuando sé que no me ve. Sólo entonces su timidez se deja observar. Me gusta imaginar lo que piensa, adivinar sus preocupaciones adolescentes, ponerme en su lugar, navegar de compañera con sus pensamientos…, y abrazarlo con la mirada.

Porque el tiempo de regalar los afectos se marchó con las papillas y los pañales, hoy dosifica los besos. Con dieciséis años no se puede andar besuqueando a mamá.

Su universo es pequeño, cabe en las cuatro paredes amarillas de su habitación, reposa en el caos de su mesa y navega por las páginas virtuales de una pantalla.

Y se aisla. Sube los decibelios de Irom Maiden al infinito y todo desaparece alrededor. La atmósfera se impregna de miles de átomos eléctricos que chocan contra las paredes que se vuelven de metal, y una legión de notas acústicas imposibles, se aderezan con voces de potencia inusual. Es su música, la que le eriza la piel.

La lealtad y la bondad ocupan su corazón sin dejar resquicios a maldades y traiciones que envenenen su alma. El mejor amigo…, el mejor hijo.

Con el tiempo me tomó la medida. Lo sé, encontró mi punto débil. Desdibuja mi gesto enojado con cuatro palabras zalameras. Y me desarma. Me vence, y yo me dejo vencer.

Cuando yo no esté velando sus sueños, sólo quiero que los ocupe alguna vez con mi recuerdo, y sienta que lo quise con todo mi ser,… que lo quiero.


lunes, 22 de marzo de 2010

UN MURO A DERRIBAR

“Por un instante retrocedí a la vida de siempre,
a cuando todo estaba bien.”    
                                               May Swenson


Recorríamos el polvoriento carril que daba a la casa de la huerta decenas de veces al día. Cada una con un trapo blanco en la cabeza a modo de melena larguísima, la que no teníamos ni ella ni yo;  siempre peladitas, ella por lacio y yo por rizado, nunca pudimos de niñas echar a volar nuestro pelo al viento cuando corríamos por aquel carril, con la sombra del primo Paco pegada a la nuestra.

Recuerdo que por entonces nos vestían iguales algunas veces, confieso que aquello no era de mi agrado; ya empezaba a rebelarse en mí mi propia personalidad, aunque eso sí, sólo interiormente, pues nunca me atreví a contradecir a mamá en mis párvulos años. Siempre fui una niña muy obediente.

Íbamos al mismo colegio, al mismo curso, e incluso a la misma clase, aunque nunca compartimos pupitre, supongo que a decisión de los maestros con el fin de que nos relacionásemos con otras niñas. Nos llevamos cuatro meses justos, del 14 de Febrero al 14 de Junio, yo la mayor. De hecho, recuerdo a D. José Molina, mi maestro preferido de Matemáticas, que para sacarnos a la pizarra decía: “Mª Elena …la grande, ¡a la pizarra!”, esa era yo, porque nos pusieron el mismo nombre; bueno, a mí me bautizaron Elena y a mi prima Mª Elena, aunque acabaron llamándonos a las dos Mª Elena,   …pero esa es otra historia que no viene al caso.

Pasamos la niñez juntas, como dos hermanas, de la huerta a la “camarilla”, o sea, al desván de casa de su abuela donde jugábamos a las casitas o a las maestras, olvidando que el tiempo jugaba en nuestra contra y se guardaba un as en la manga que no tardó en sacar a la mesa de juego.

Porque las horas pasaron, y los años vinieron cargados de novedades adolescentes que tiraron de nosotras en direcciones opuestas, y el tiempo nos tendió una trampa en la que caímos sin remedio, como dos bobas que ignoraban lo que perdían.

Así llegó el silencio, poco a poco, nos envolvió en su invisible manto y levantó un muro entre nosotras sin más motivo que la ausencia de motivos. Dejamos que los abrazos se oxidasen por los rincones de los encuentros mientras el cariño se enmohecía con nuestra cómplice indiferencia.

Sin duda, ni mi prima ni yo hicimos nada por impedir que esa pared nos separase, llegando incluso a colocar algunos ladrillos para hacerlo aún más alto y distante. Y aquel mundo mágico de juegos y complicidad, de confianza y amor fraterno, de adhesiones inquebrantables y afecto, se dejó barrer por el viento de los años.

Dicen algunas voces sensatas y cargadas de razón, que la adolescencia y la juventud son enfermedades que se curan con el paso de los años. Creo que mi prima anda bastante bien de salud. Yo por mi parte, hace rato que ando quitando ladrillos.


miércoles, 17 de marzo de 2010

DESDE MI VENTANA

Cualquiera que el tejado tenga de vidrio,
no debe tirar piedras al del vecino.
                                            (Popular)

No me conocen, ni yo a ellos. Desde mi ventana los veo caminar a prisa sin saberse observados. Imagino que llevan sus problemas adonde venden soluciones, y sus llantos a la casa del remedio y el alivio de congojas.

Algunos se saludan y charlan largo rato, desde mi ventana no distingo el lenguaje de las manos, pero sí alguna carcajada perdida entre los coches.

Un joven concentrado en la música de sus bolsillos, cruza la carretera. Entre sus ojos y la punta de sus zapatos hay una estrecha conexión. No existe nadie a su alrededor, ni unos ojos que lo observan desde una ventana inventando su destino y su pasado.

A la vuelta de la esquina aparece un corredor de fondo que se hizo deportista por prescripción del azúcar o del colesterol, quién sabe. Supongo que recordará sus veinte años cuando la estela de un joven atleta le levanta las canas de la nuca al doblarle en la carrera, –no cree que sus zapatillas envejecerán con los años, y que el viento de su estela languidecerá en una suave brisa con el tiempo,- piensa mientras acelera su marcha en un ejercicio de pundonor.

Abajo, en la acera, un corrillo de vecinas se cuenta lo que hicieron ayer y lo que harán hoy y mañana, dándose golpes de pecho. Sus problemas están encerrados entre las estanterías del supermercado y el polvo que acumula la televisión del salón. Su conversación es importante, arreglarán su casa, su mundo,… el mundo.

El semáforo rojo frena la velocidad de unos coches que vuelan sobre el asfalto. Adónde irán a toda prisa, quién les espera. Acaso llegan tarde a la cita de una amante despechada… o acuden a la llamada anónima que les advirtió de un posible adulterio…

Levanto la vista. Un escalofrío inoportuno recorre de arriba abajo mi médula espinal. Frente a mí, alguien me observa desde su ventana. Permanece con los globos oculares paralizados, como si el movimiento se le hubiese congelado en las pestañas.

Desde mi ventana noto su afilada mirada acuchillarme la garganta.

Imagino que inventa una bonita historia sobre mí con final feliz, en la que sólo te apuñalan con los ojos.


jueves, 11 de marzo de 2010

ECOS

Aquel 11 de Marzo sentí el dolor entrando en mi alma a dentelladas frías.
Todavía hoy regresan los ecos de todas las voces que se apagaron
en aquel tren.

“El olvido no es justo ni conveniente, ni siquiera posible”.
                                                                  Ramón Acín


Hoy el cielo tintó mis nubes de acero y todas las soledades se agarraron a mi alma.
Hoy siento muy adentro el frío y la soledad de un corazón deshabitado que no se alivia con besos ni abrazos, esa que se siente aunque estés rodeado de gente, y hace que sólo escuches en tu interior el eco de todos los vacíos.

Cientos de miradas de humo me interrogan en un juego macabro de búsqueda y encuentro de los sueños eternos… de los deseos no conseguidos… de las metas inalcanzables... Preguntas sin respuesta y sueños que perdieron el color de lo vivo se volatizan dejando tras de sí un reguero de sangre en blanco y negro …y luego, el silencio
………………………………………………………………………………

Que sea mi cielo el que se derrame en lágrimas secas, el que se rompa en truenos de tormenta, porque a mí, hace tiempo que se me acabaron las lágrimas y pienso que el dolor y la pena hay que llevarlos por dentro.

Que sea mi río el que caiga en cascada brava buscando una salida al mar del amparo, porque yo perdí las fuerzas en la lucha de este día desgraciado.

Hoy las sombras pueblan mi universo, me hablan de esperanzas y de un mañana, pero .................................
.................................mañana no será otro día para los muertos.




lunes, 8 de marzo de 2010

HOY NO TOCA LIMPIEZA

Hoy 8 de Marzo, día de la mujer trabajadora, dedico este post a todas las amas de casa del mundo, esas que no tienen un día internacional para celebrarlo.

"Cualquier mujer que entienda los problemas de llevar una casa
  está muy cerca de entender los de llevar un país."    
                                                               Margaret Thatcher

Suena el despertador. Son las 7:30 de la mañana. Otro día empieza repitiendo ritual. Levanto a mis hijos y les preparo el desayuno. Se marchan al instituto y me toca a mí tomar algo para mantenerme en pie hasta las tres. Jamás perdono el desayuno. Me dispongo a preparar el almuerzo que anoche me costó un buen rato de vueltas en la cabeza hasta la toma de una decisión. Mientras la olla chifla hago las camas. Primero la de mi hijo y después entro en la habitación de mi hija recolocando ropa en sus cajones, zapatos en sus cajas, camisas y camisetas en los armarios. Esta niña siempre tan desordenada, a quién le habrá salido. Aliso las sábanas y sale un cable volando, un día se va a electrocutar, se lo digo y no me hace caso. Ahora toca la mía. Qué es ese ruido. Debajo de la almohada una radio no para de charlar aun cuando nadie presta atención. Este hombre acabará sordo, siempre con los chicharitos en los oídos. Una ducha y a la calle para comprar sólo las cuatro cosas que necesito y que se transformarán en cuarenta. Cómo le temo a los “ya que”. Ya que estoy aquí, me llevo las patatas. Ya que he salido, aprovecho para comprar la carne del sábado. Ya que me sobra un euro lo gasto en una barra de pan y la congelo para no salir el domingo. Por el camino de vuelta a casa, tres bolsas llenas en la mano izquierda y otras tres en la derecha además de la barra de pan. Los dedos acabarán partiéndose. Iré soltando trocitos de dedos por la acera. El hombro derecho mantiene una lucha personal con la tira del bolso que irremediablemente acaba en la muñeca. ¡Otro peso más!
¡Oh no! El tirante del sujetador también sucumbe a la fuerza de la gravedad y frena en mitad del brazo. El calor se apodera de mi cuerpo. Empiezo a sudar. Me sobra la rebeca. No sé cómo se ven chaquetones por la calle. Qué lejos está mi casa. Llego y tras colocar la compra en los armarios de la cocina pongo una lavadora. Antes de almorzar leo y comento los blogs de los amigos. Para pensar y escribir en el mío no me queda tiempo. Son las tres. Hay que poner la mesa. Veinte viajes de la cocina al salón y del salón a la cocina. Comemos y recojo la mesa. Lavo los platos y me preparo un café. Me tumbo en el sofá y me dispongo a ver un poco de telebasura para distraerme. Cuando Belén Esteban está contando lo más interesante, un pitido desde el cuarto de pila me dice que la secadora ha acabado. Doblo la ropa y guardo la que no necesita plancha, la demás la plancho. El café ya es gazpacho fresquito. Y esta noche qué se cena. Si por mí fuera ponía un plato con aceite de oliva en el centro de la mesa y un trozo de pan para cada uno. Sano y natural. Pura dieta mediterránea. Un poco de ayuda con las tareas de mis hijos y después a ver si leo un poco. Este libro no lo acabaré nunca. Abro el libro y suena el timbre. El hijo de mi vecina pide mi ayuda para un comentario de texto. Suelto el libro y comento. Las nueve. Saco de la nevera una bolsa de yo qué sé congelados y los frío. Otra vez a poner la mesa, otros veinte viajes. Lavo los platos, cuántas veces habré lavado esta misma cucharilla. Hoy hay suerte, en la televisión ponen una buena película. No me preguntéis el argumento. Estoy pensando qué vamos a comer mañana.

Related Posts with Thumbnails