martes, 24 de abril de 2012

TODO RETORNA

Sin miedo sientes que la suerte está contigo
Jugando con los duendes abrigándote el camino
Haciendo a cada paso lo mejor de lo vivido
Mejor vivir sin miedo.
                               Rosana “Sin miedo”




Afuera se abrieron de nuevo los árboles a la vida desplegando su alfombra de sombras sobre las aceras, retando al sol que renace de sus cenizas tibias. Han vuelto las golondrinas dibujando rimas en el aire, y las calles de la ciudad se tintaron de colores y de flores. Se vuelve a respirar el aroma de las celindas en los parques donde juegan los chiquillos y se juran los amantes sus amores. Todo retorna, como un cielo que azulea su vestido roto tras la tormenta.
Quién podrá cambiar este retorno sin fin a la vida ahí afuera. Qué miedo encarcelado tras los barrotes de una estadística acallará el trino de los pájaros en la baranda de mi azotea. Qué temor al futuro asesinará el futuro de las flores futuras. Qué moneda sin valor tirada al aire tapará el sol para siempre.
Todo retorna, porque no hay desconcierto ni duda ni miedo al mañana que frene la explosión de una primavera.



jueves, 12 de abril de 2012

LAS DOS CARAS DE UNA MISMA MONEDA

“Hasta un monstruo merece de cuando en cuando un paseíto fuera de la jaula”.
                                                              Ray Loriga   “Ya sólo habla de amor”



Detrás de mis oídos siempre habla mi otro yo, y aunque muy pocas veces le hago caso, he de confesar que hace muchos años era el rey absoluto de mi cuerpo y de mi mente. Mi otro yo no tenía miedo a los espejos, ni siquiera a los espejos de los parques de atracciones, ésos que te alargan y ensanchan los ojos y las uñas.
Mi otro yo me mira con ojos de besugo sin pestañear, como si así lograra entenderme mejor, me ofrece su mano para llevarme (como antes) a caminar entre el límite de lo real y lo irreal, entre lo negro y lo blanco, incluso entre el límite del bien y del mal; pero ya no es tiempo de recolocar calendarios antiguos, y además, ya sólo camino por carreteras rectas recién asfaltadas, aunque a veces me siento como una mera espectadora, viendo pasar los coches desde el arcén.

Entre el blanco más luminoso y el negro más opaco existe toda una gama de grises sin nombre. Cuelgan de un cordel en perfecto orden claroscuro por el que camino guardando el equilibrio que aprendí a fuerza de tortazos contra el suelo. Ya no me aferro a los extremos, y me agarro a la vida balanceándome de una punta a la otra del cordel, pasando del griscasiblanco al griscasinegro, pero sin perderme entre los recovecos del laberinto del blanco o del negro más rotundo.
Intentaré no salirme de los límites de la carretera, a pesar del runrún de mi otro yo en mis oídos que me tienta a subir a uno de esos coches para derrapar por curvas infinitas sin destino previsible.

Ya no hago caso a mi otro yo, pero a veces me alegro de que aún siga ahí, por si algún día salta la chispa de la magia entre las dos y creamos alrededor un paraíso más allá de lo terrenal, al que llegar tras kilómetros y kilómetros de asfalto engullido por un automóvil carente de freno.

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