lunes, 28 de marzo de 2011

A MILÍMETROS

   “Dicen de ti que siempre estás sola
que eres sultana y que enamoras,
que aquel que viene nunca se va.”
                                                                              Medina Azahara   “Córdoba”


Amaneció un día abierto por los cuatro costados. El cielo se dibuja largo derramando el azul por los extremos, trazando con decisión certera la línea del horizonte. Las nubes de la tormenta toman atajos y se esfuman debajo de la chistera de un sol hercúleo avisando a navegantes de lo que nos espera a no mucho tardar. El viento parece haberse quedado quieto esperando una señal. De nuevo nacen los jardines y la hierba se hace alta bajo mis pasos. Cada pequeño detalle encaja a la perfección en la realidad onírica de una primavera que salió de su caja de sorpresas como un muñeco de muelles, con la sonrisa ancha rodando de una comisura a la otra.
La tarde me embauca y me adormece y me despierta y me saca a pasear mientras agonizan las sombras alargadas por las calles de la ciudad. A lo lejos una luna redonda tiembla sobre las aguas oscuras del rio y la silueta de siglos se recorta majestuosa, pétrea, al borde de mis ojos.
Conocerte es trazar tu gesto con los pies, tocar tu piedra con las manos y la boca, poner los cinco sentidos  sobre tu falda, abandonarse al abrigo de tu abrazo tibio y protector, sentirse pequeñita como punta de estrella pero pieza adecuada de tu estampa.
De vuelta a casa reconforta saber que sigues ahí, cada día más hermosa, despidiendo amaneceres y madrugadas, a poca distancia de mis pasos, a milímetros de mis manos, y a cero grados en la escala de medida de mis sueños.

lunes, 21 de marzo de 2011

LA CARRETERA

“Agarró la mano del chico y le encajó la pistola. Coge esto, susurró. Cógela. El chico estaba aterrorizado. Le pasó un brazo por la cintura y lo abrazó. Su cuerpo tan flaco. No te asustes, dijo. Si te encuentran vas a tener que hacerlo. ¿Entiendes? Chsss… Nada de llorar. ¿Me oyes? Ya sabes cómo hacerlo. Te la metes en la boca y apuntas hacia arriba. Rápido y con decisión. ¿Lo has entendido? Deja de llorar. ¿Lo has entendido?”                                       
                               Cormac McCarthy     “The Road”

En un mundo muerto donde no queda nada de lo conocido, un hombre y su hijo caminan por una carretera hacia ninguna parte. Todo cubierto de ceniza, los árboles son figuras fantasmales erguidas hacia la negrura. Huesos calcinados con girones de piel putrefacta adherida tirados por el asfalto. Llueve ceniza, el agua negra, estancada y espesa no se puede beber. No hay animales ni plantas. El mundo es un húmedo ataúd a la deriva en la más profunda oscuridad. Y el hambre. El hambre en continuo conflicto entre la ética y la más básica necesidad física para sobrevivir. Sobrevivir en un mundo apocalíptico, y a pesar de los caníbales.

En todos los libros que leo encuentro algo de lo que aprendo, un personaje interesante, una historia atrayente, unas frases que subrayar y guardar en la memoria, un párrafo digno de enmarcar, …o la satisfacción de acabar lo que en un principio se me atragantó. Pero hacía ya muchos libros que no me sacudieron las entrañas como ´”The Road”.
Desde el primer párrafo me atrapó. La historia, los personajes, el lenguaje, todo me ha fascinado. Una de mis mejores lecturas.
Y una reflexión:
No quiero cerrar los ojos, me da miedo que al abrirlos todo a mi alrededor haya desaparecido.

lunes, 14 de marzo de 2011

EL RELOJ QUE NO TENÍAMOS

“Un patrón no enseña jamás sus cartas de navegación, cuando llega a puerto se lleva con él los rollos a casa. La muerte tampoco enseña jamás sus cartas.”
                                                  Kirmen Uribe “Bilbao-New York-Bilbao”


Creíamos que el tiempo correría a nuestro favor y que detendría sus agujas a nuestro indisciplinado antojo. No fue así, nunca es así. Si hay algo disciplinado en este mundo es el tiempo, siempre está en el lugar exacto a la hora exacta.
Las tardes interminables de la infancia se diluyen como un azucarillo en un vaso de agua, y nuestra historia de lealtades se difumina en la memoria como los programas musicales que escuchábamos en la radio azul, en aquel patio cómplice de nuestros amoríos adolescentes. Qué no sabrán las baldosas de aquel banco de piedra que escuchaba con atención y silencio nuestras confidencias susurradas. Quién nos iba a decir que lo vivido sin apenas pensarlo acabaría olvidado por los años en los falsos de los recuerdos, como el viento arrincona las hojas secas de un otoño tardío en las esquinas de una acera gris. Tapado por una gruesa capa de óxido, y que chirriaría años después con un dolor que ni siquiera llegamos a imaginar podría existir.

Sólo éramos dos almas inocentes, dos niñas que hicieron de la amistad su única razón para levantarse cada día y encontrarse en la escuela. Primero las tareas escolares, luego el tiempo estampado de risas, juegos y canciones. Enamoradas del cantante de éxito en cada momento.
Pero la vida nos subió a distintos trenes con destino a diferentes horizontes. Hoy el tuyo se torna del negro más opaco, de incertidumbre, del dolor más cruel e insoportable. De las sombras que se arremolinan en las rodillas impidiendo caminar hacia la luz, y yo no encuentro las palabras que taponen tus lagrimales como antes, como cuando éramos niñas y los problemas duraban lo que un granizo en el charco de la acera de nuestros juegos.

El reloj que no teníamos ha girado demasiadas veces alargando las distancias, y ahora parece haberse detenido en tu muñeca, pero volverá a girar, el tiempo siempre gira disciplinado, ya lo sabes, como el que no teníamos a los trece años.

martes, 8 de marzo de 2011

TODO CAMBIÓ

“Como siempre, a las mujeres, si por un lado les llueve, por otro les viene el viento.”
                                                                                    José Saramago   “Caín”


…y todo cambió…

Lo mismo que un niño se nos presenta un día adolescente y creemos que sucedió de repente, cambió todo a su alrededor con la sutileza de lo invisible.
La encontré olvidada en un rincón de su propia cárcel, cabizbaja y con la mirada dormida en los círculos concéntricos de sus pies sobre el frío mármol de las baldosas.
En su cabeza se arremolinaban las imágenes perdidas y las que no se encuentran jamás girando a una velocidad venida de otro mundo, sin poder escapar de su propio eje.
Eligió vivir una historia de risas, de lealtades, de libertad, … y la vida le devolvió cuatro paredes amarillas de ventanas cerradas, y un jarrón en el centro de la mesa en el que se marchitan sus flores de trapo.

La incomprendida, la rebelde, la adolescente con problemas insalvables, la joven imperfecta pero libre, abrió la puerta a la perfecta esclava con el alma colgada a la pena.
Me contó que luchaba todos los días por recuperarse a sí misma, al menos lo esencial de aquella mujer que fue y parece haber saltado al otro lado de los espejos. Nunca encontró su rastro, desapareció como el humo de una vela al apagarse.
Navegó mares ajenos, vivió una vida prestada, se dejó morir…y le dio igual.

miércoles, 2 de marzo de 2011

BILBAO

"A ti, mi Bilbao, se te desconoce y se te calumnia, a ti no te quieren porque te temen. Tú eres todavía para ellos, para los otros, el enigma y el misterio. Porque tú, corto en palabras pero en obras largo, hablas poco. Haces silencio." 
                                   Miguel de Unamuno   "Recuerdos de niñez y de mocedad"



Dice Antonio Muñoz Molina que ”para escribir sobre una ciudad hace falta haber sido previamente poseído por ella”. No sé si sabré escribir sobre Bilbao, pero os puedo asegurar que dos días me han bastado para sentirme poseída por ella.

Quería mantener la mirada abierta de par en par para guardar entre pestañas la postal de cientos de casas vigilando la ría al amparo de los montes de laderas húmedas y escarpadas. Contuve el aliento ante miles de balcones que escalan las fachadas en un ejercicio de equilibrio circense. Bilbao se mece entre sus calles viejas de piedra antigua trazadas en forma de cuadrícula cartesiana del Casco Viejo y gris y sus calles modernas de neón y reflejos de cristal.
Paseé por sus calles, crucé sus puentes y escuché el silencio de sus gentes cuando la jornada agonizaba. Y me vistió con su lluvia, esa que tanto me gusta. Fui desnuda de prejuicios, abierta a lo que pudiera encontrar, esperando descubrirla más allá de lo que algunos suelen pensar de estas tierras de forma equivocada. Y ella me recibió agradecida en los gestos, me regaló una sonrisa cómplice y acarició mi pelo con su viento salado y húmedo.

Mi viaje agonizaba cuando Bilbao se despertaba laboriosa la mañana de un lunes. Seguía gris, húmeda y fría, tal y como me gustará recordarla el resto de mis días.


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